Hace unas semanas escribía sobre qué se valora al momento de decir, como pretenden los premios Óscar, que una película es la Mejor película. Comentaba en este breve espacio que en los últimos años se ha vuelto acuciante la discusión. Esbozaba una pregunta, tal vez atrevida, pero que me parece, según lo he discutido con otros cinéfilos, esencial al momento de declarar (o, al menos, intentar) cuál es la mejor película del año. ¿El premio se concede a la película más política, de mayor mensaje social, o a la más artística, la más cuidada en sus formas?
Parecería que de las diez nominaciones, al menos tres deben corresponderse con los temas “obligados” de lo “políticamente correcto”: el racismo, el sexual (especialmente las relaciones homosexuales entre hombres, con algunas excepciones como Carol o The Danish Girl), y una película que encarne indirectamente los dos temas pasados y/o que sea una metáfora de las ideas de lo-que-se-debe-pensar (en este caso, nada más acertado que The Shape of Water: un frondoso bosque de tópicos, lugares comunes y estereotipos). Insisto, como lo hice la última vez, que no pretendo en manera alguna quitar importancia a estos temas; sin embargo, creo que hay que recuperar la prioridad de lo artístico. En otras palabras, rescatar el hábito de la contemplación ante la obra de arte: tiene valor por lo que es, por su elaboración, no únicamente por su mensaje. ¿Qué valor entonces tendrían Los girasoles de Van Gogh o una composición de Ludovico Einaudi u Ólafur Arnalds? Solo menciono algunas películas que no fueron nominadas, y que sin lugar a dudas debieron tener su espacio: A Ghost Story, Song to Song, Mother! y Blade Runner 2049. Todas ellas obras de arte, aunque ninguna directamente enfrascada en un tema político. Creo que nada nos hace tan iguales como seres humanos que la búsqueda de la belleza, de la felicidad.
Ahora comentaré Get Out, una película de la que se ha hablado mucho el último año. Si bien todo en ella gira alrededor de la problemática racial, se nota un cuidado estilístico, especialmente el guion, que hace de ella una buena película. Es decir, no es una mera película de miedo, como la quisieron vender. Todo en ella, hasta el mínimo detalle de la trama, es una alegoría de los problemas de racismo. El miedo, el suspenso, no son más que metáforas de los sentimientos de la población afrodescendiente. Al menos funciona en tres niveles, como película de miedo, social y como una notable puesta en escena. Sin embargo, ¿qué de Mother!? Otra película comercializada como de terror (sin serlo, naturalmente). Una descollante obra de arte de Aronofsky, con una destacadísima actuación de Jennifer Lawrence. Simbólica, intensa, exigente. El mismo Scorsese salió en su defensa ante las críticas y la poca taquilla (casi un indicador de la presencia de una obra de arte). No hay problemática social, acaso una discusión sobre el medio ambiente.
Pero no hay espacio, así que seguiré en la tercera parte. Solo mencionar que no hemos hablado de la que creo es la mejor: Phantom Thread. Ni de las actuaciones de Ronan (Lady Bird) o McDormand (Three Billboards). (O)