Se estima que en el Ecuador hay anualmente 400 embarazos asistidos, sin embargo, en los debates relacionados con el texto del Código Orgánico de Salud se ha perdido de vista el negocio de la inseminación artificial y del alquiler o subrogancia de vientres.

El documento que fue debatido en la Asamblea Nacional prohíbe la compensación a cambio de un embarazo asistido, pero admite el pago de costos relacionados. Es decir, la ley está diciendo que asumir todos los gastos de un embarazo y el parto para quedarse con el bebé no implica una transacción económica. Mejor haríamos siguiendo el ejemplo de los países nórdicos donde está prohibida toda transacción involucrada en un embarazo asistido. Esta es la única manera de evitar la explotación de mujeres e incluso una suerte de turismo subrogante, como pasó en Camboya, Tailandia e India, donde solo recientemente impusieron trabas a la subrogancia transfronteriza.

Igualmente, en el texto no se garantiza la protección de los bebés de embarazos asistidos ante el rompimiento de acuerdos privados por cualquiera de las partes. O, que en el caso de donación de óvulo o semen, se tenga el derecho a conocer la identidad de la madre o el padre biológicos. Tampoco se asegura un estricto control legal y ético de la producción, almacenamiento y circulación de embriones, como se hace en Europa occidental.

Adicionalmente, el código debería prohibir la selección no médica de embriones por el simple hecho de que puede crear distorsiones que tienen impactos sociales difíciles de reparar. El ejemplo más evidente es el de China, donde el desequilibrio entre hombres y mujeres afecta psicológicamente a la población y causará estrés en la economía en un futuro relativamente cercano.

La selección genética ha llegado a ser tan sofisticada que, con la detección temprana de una tercera copia del cromosoma 21 durante el embarazo, se ha minimizado el nacimiento de bebés con síndrome de Down. En Islandia se aborta al feto en el 100% de los diagnósticos, una práctica que en efecto es una eugenesia o sustitución genética para el mejoramiento de la raza.

En esa misma línea, el Reino Unido tiene tal demanda de bebés rubios y ojiazules que una tercera parte del semen importado proviene de Dinamarca. Una sola empresa danesa, Cryos, contabiliza 30.000 bebés nacidos de su banco de semen, de los cuales entre 500 y 1.000 han nacido en el Reino Unido.

En el libro God’s Laboratory(El laboratorio de Dios), la investigadora Elizabeth Roberts reseña la selección preferente de donantes de óvulos y semen con tez clara por parte de ciertos especialistas en fertilización in vitro en Ecuador. Este blanqueamiento premeditado de la población, unido a la posibilidad de seleccionar el embrión del sexo preferido, evoca de manera siniestra la eugenesia nazi.

La estricta legislación ecuatoriana sobre aborto no es coherente con esta permisividad. Es hora de actualizar el debate sobre el aborto en el Ecuador para dar las debidas garantías a las mujeres que hoy se lo practican por razones muy personales poniendo en riesgo su salud y su vida, y más bien enfilar esfuerzos hacia la regulación del comercio genético.

(O)