Y por nosotros también. He tenido oportunidad de seguir el debate sobre la aprobación del reglamento que regulará el denominado referéndum para consultar a los catalanes si quieren separarse de España; discusión accidentada, llena de trampas y fintas que me ha recordado la manera como algunas de las reglas que ahora nos rigen por acá fueron aprobadas y que son origen de muchos de los desmadres que ahora nos pesan.

Ver lo que pasa en un país desarrollado y al que he seguido con interés desde su retorno a la democracia –paralelo al nuestro–, y que por treinta años me ha servido de referente para alimentar la ilusión de construir una democracia madura, da al traste con mis esperanzas. Es un trago amargo ver que en Cataluña, la libertaria, la republicana, aquella sobre la que George Orwell escribió un bellísimo homenaje en el que relata las luchas de la intelectualidad europea en defensa de ese casi último bastión de la república y la libertad amenazada por el fascismo, hoy, en nombre de una supuesta izquierda, se usen métodos torcidos para aprobar un reglamento que rompe con toda la legalidad democrática.

Teresa Freixes, destacadísima catedrática catalana de derecho constitucional, explica con una lucidez envidiable los porqués de la ilegalidad e inconstitucionalidad de lo actuado y cómo no calza ni en el ordenamiento jurídico autonómico, ni nacional ni internacional. Explica la barbaridad de cómo con un reglamento se pretende lograr una supremacía sobre el Estatuto de los catalanes y de la Constitución de los españoles. Unos nacionalistas trasnochados imponen su aprobación aprovechando estar sobrerrepresentados en el Parlamento –muy parecido a lo que ocurre por acá–, pues con poco menos de la mitad de los votos tienen la mayoría y con ella imponen su voluntad en nombre de su torcida visión de la democracia. Esta señora nos recuerda que en 1939, Hitler usó el mismo método para aprobar una ley que le facultaba a desconocer preceptos de la Constitución del Weimar. A algunos despistados de por acá valdría recordarles que el partido de Hitler se llamaba Nacional Socialismo.

Es alarmante ver cómo no solo aquí, sino también en países como España, hace carrera la idea de que democracia es solo votar y conseguir mayorías, aunque sea al margen de la ley o con procedimientos amañados. Me viene el recuerdo de que nuestra Constitución tuvo asesores españoles. Este paralelismo entre los métodos y artimañas de allá obliga a reflexionar sobre el desmonte que necesitamos emprender acá para recuperar nuestra democracia, ahora que se ha puesto en el tapete de discusión la necesidad de una consulta popular o de una eventual Constituyente. La tarea es ardua y más compleja de lo que muchos la pintan. Hay casi consenso en la necesidad de desmontar el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social; pero si no se desmonta el método por el cual Alianza PAIS está sobrerrepresentado en la Asamblea de poco servirá, pues esa mayoría nos impondrá las autoridades de control que ese movimiento le indique.

Lo que nos ha pasado es grave y Cataluña me lo recuerda. Es que con reglas de juego amañadas, los resultados son los que estamos viendo. Desmontarlas requiere de claridad de visión y de unos acuerdos básicos que no veo por ninguna parte, pues por un lado, observo un movimiento en el gobierno fracturado y en desbandada, y por otro, una oposición descuadernada y descabezada. Qué triste. (O)