Kevin recibió un trasplante de riñón el primero de abril del año 2000. Desde aquel sábado toma diariamente medicamentos para que su cuerpo no rechace el órgano y ponga en riesgo su vida. El 29 de cada mes acude a la farmacia de medicinas de alto costo del seguro social venezolano en Caracas para recibir un mes de dosis de un inmunosupresor llamado prednisona, que también requieren pacientes con cáncer, enfermedades reumáticas y lupus.

Por primera vez, el 29 de junio de este año, en el seguro social no había ni prednisona, ni fecha tentativa para su llegada. Al día siguiente, Kevin acudió al médico para pedirle alternativas a la prescripción. En la sala de espera conoció a otra paciente que atravesaba la misma situación y le comentó que había escuchado que la prednisona recetada para perros y gatos, y que se vende en tiendas de productos veterinarios, podía ser una opción. El doctor cumplió con advertirle que los efectos de este medicamento en humanos no han sido evaluados.

El primero de julio, a su cuenta y riesgo, Kevin empezó a tomar prednisona para mascotas durante todo un mes. “No podía arriesgarme a perder el riñón. Creo que tuve suerte; solo he sentido escalofríos y en el último chequeo salí bien”, me contó en una entrevista.

Médicas, financieras, laborales, migratorias, emocionales, psicológicas. Las crisis personales que cada venezolano atraviesa por la escasez, la inflación, la violencia y la corrupción se expresan en emergencias cotidianas que nos mantienen en zozobra dentro de nuestra propia circunstancia, a la defensiva frente a quienes nos rodean, y resignados a que el futuro, con o sin elecciones parlamentarias a la vista, solo empeorará.

Así ocurre con Pedro, por ejemplo, quien es propietario de nueve camiones que transportan comida en Caracas. Los choferes le advirtieron que si no les permiten “bachaquear” con la mercancía –revender bienes a precios regulados con sobreprecio–, le quemarán los camiones. Los colectivos de la zona le dijeron que si no impide que los choferes bachaqueen, le quemarán los camiones. También sucede con Marco, un taxista que tiene su vehículo estacionado desde hace tres meses porque no encuentra dos repuestos. A un amigo de la infancia de Alis lo rebanaron con motosierra el mes pasado. A la señora Haydee se le fue a Colombia el último de seis nietos que le quedaba en Venezuela. John no tiene cómo pagar la inscripción de su hijo en el colegio; menos aún los útiles escolares.

A cinco meses de las parlamentarias, las encuestas indican que los electores venezolanos están saturados de la polarización amparada en llamados de unidad que justifican la imposición de las esposas, hijos y asistentes de los dirigentes de los partidos como candidatos, en lugar de respetar la trayectoria a los líderes de base.

Esa unidad invalida toda evaluación al desempeño de la dirigencia, tanto chavista como opositora. La lealtad a la memoria de Hugo Chávez no admite cuestionamientos. El repudio a su legado tampoco.

La inacción de Nicolás Maduro frente a los 56 saqueos y 76 intentos que se han registrado en el primer semestre del año sería una apuesta arriesgada para suspender las elecciones de diciembre y decretar un estado de excepción si la oposición demostrara algo de capacidad para canalizar ese descontento popular. Pero vistas las pequeñas luchas internas en las que se han ensartado los dirigentes de la Mesa de la Unidad Democrática para bloquearle el paso a los colegas de coalición, el oficialismo parece no tener de qué preocuparse.

Sin el concurso de la sociedad civil organizada, los gremios profesionales, los empresarios, los trabajadores y los estudiantes, los militares que gobiernan Venezuela no necesitan discutir programas para reactivar la producción interna, ni presentar balances de la administración de los créditos otorgados por China, ni siquiera exculparse por las ejecuciones extrajudiciales y detenciones ilegales que están practicando en el último plan lanzado por el gobierno para desmantelar supuestos focos de delincuencia en sus zonas de voto duro.

La indignación que se respira en las colas en supermercados y farmacias ya no soporta excusas de guerras económicas, ni ataques de paramilitares, ni luchas entre viejas y nuevas guardias opositoras. Frente a las carencias y los abusos, hoy más que nunca la fuente de unidad entre los venezolanos es la necesidad de justicia. (O)

Otra paciente le comentó que había escuchado que la prednisona recetada para perros y gatos, y que se vende en tiendas de productos veterinarios, podía ser una opción.