Desde hace una semana, Sudáfrica sufre un episodio de violencia que ya ha provocado la muerte de 117 personas, según informó este jueves el Gobierno de ese país.

La cifra subió en más de 30 fallecidos en un día, puesto que el último informe hablaba de 72 muertos, según AFP.

Estos días se han visto disturbios y saqueos masivos, que también han dejado 2.000 personas detenidas en el estallido de violencia más grave ocurrido en el país austral desde la conquista de la democracia en 1994.

Publicidad

Todo empezó el pasado 9 de julio con el encarcelamiento del expresidente Jacob Zuma, adorado por muchos por su imagen de “presidente del pueblo” y odiado quizás todavía más por sus grandes escándalos de corrupción.

Zuma, de 79 años, fue condenado a finales de junio por desacato judicial, por haberse negado repetidamente a declarar por corrupción. Aunque se entregó pacíficamente in extremis, antes había estado insistiendo en que es víctima de una persecución político-judicial y en que la pena de prisión será para él una “sentencia de muerte” por su edad y su salud.

Además, los graves problemas socio-económicos preexistentes, transcurridos más de 27 años desde el fin oficial del sistema de segregación racista del apartheid, en Sudáfrica mantienen heridas abiertas que afectan de manera mucho más profunda a la población negra.

Publicidad

Según datos del Banco Mundial, la nación austral se mantiene como el país más desigual del mundo, el desempleo permanece enquistado en torno al 30 % desde hace años (con cifras aún peores para los jóvenes) y más de la mitad de la población vive en la pobreza.

Una situación que vino a empeorar la pandemia de coronavirus, virus que se cebó de manera especialmente agresiva con Sudáfrica. No solo es el país con más casos y muertos de África, sino que durante mediados de 2020 estuvo además entre las cinco naciones del mundo más golpeadas por el COVID.

Publicidad

El dominio de la variante beta en la segunda ola y de la delta en la presente tercera gran curva epidémica han obligado al país a imponer de nuevo y mantener las restricciones duras, ya que la vacunación, como en el resto del continente africano, avanza aún muy lenta.

Crimen organizado

Otro asunto importante es que Sudáfrica es un país con graves problemas de criminalidad general, especialmente en las grandes ciudades. Entre 2019 y 2020, la nación austral venía registrando una media de 58 asesinatos al día y las cifras de crímenes violentos mantienen una tendencia creciente desde hace una década.

Además de ese factor, la transformación de protestas y estallidos de violencia puntuales en oleadas de saqueos es un fenómeno relativamente frecuente, si bien en menor magnitud que en los pasados días. El último gran precedente fueron los disturbios xenófobos que se vivieron en septiembre 2019 y que dejaron al menos doce muertos.

En tanto, ahora la gran pregunta es ¿cuándo se calmarán las cosas? Aunque el país ya está dedicado a apagar los últimos conatos de violencia y a limpiar las huellas de la devastación, falta dirimir la responsabilidad del caos de los últimos días. El Gobierno insiste en que ha sido un “sabotaje económico” y apunta a que la violencia fue orquestada e instigada para desestabilizar el país.

Publicidad

En ese sentido, los medios locales colocan en el centro de las investigaciones a familiares, exespías y veteranos militarizados afines a Zuma y cuestionan hasta qué punto la influencia del expresidente en la inteligencia sudafricana pudo impactar en la ineficiente respuesta de las sobrepasadas fuerzas de seguridad.

La región que rodea a Johannesburgo está “en gran medida en calma”, dijo el ministro en funciones de la Presidencia, Khumbudzo Ntshavheni, quien precisó que el número de muertos allí era de 26, además de los 91 de la provincia de Kwazulu-Natal, donde comenzó la violencia. (I)