Catherine Yagual recibió la noticia que tanto esperaba en diciembre de 2019: una vida crecía en su vientre, a sus 41 años. “Yo me imaginé que iba a ser la atracción de toda la familia, porque pensaban que no iba a tener hijos. Duele mucho no compartir con ellos”, dice.

Al igual que millones, ella desconocía el impacto del virus. En los primeros seis meses del 2020, su embarazo lo vivió en medio de la pérdida de parientes, el diagnóstico de cáncer a su madre y dirigir una imprenta familiar en el centro de Guayaquil, ya que sus padres se confinaron.

“Nos encerraron cuando tenía tres meses de embarazo, pero a mediados de abril el negocio no aguantó estar cerrado. Cuando dieron horas de trabajar, yo me iba al negocio, recogía en un auto a mi personal para evitar que se infecte. Mi suegro muere de COVID y mi esposo hizo cuarentena. Me quedé sola”, cuenta Catherine, quien se abasteció de comida a domicilio, en la Alborada.

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Cuando se flexibilizaron las medidas, ella pudo retomar los controles con el médico, quien también se contagió. Hasta el sexto mes desconocía el sexo de su hijo, y pudo descartar una falsa lectura de un laboratorio sobre un examen para detectar síndrome de Down. Pese a las dificultades de la pandemia, Andrés nació en agosto.

No obstante, Catherine retrata los retos de la maternidad en estos meses: “Usa el andador, juega, voltea cuando se lo llama, pero le cuesta socializar con personas que nos visitan. Llora. Es la falta de contacto”.

Por otro lado, las actividades de esparcimiento se realizan casi por completo en el patio, para prevenir contagios.

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“No hay paseos. Fuimos a la playa y había mucha gente”, comenta la madre, cuya jornada dura 16 horas o más, entre atender a su hijo temprano, acudir al trabajo mientras alguien cuida al pequeño y a su madre, y verlo en la noche.

“Decía que cuando tenga un hijo lo iba a poner en clases de estimulación temprana. Es más, averigüé, pero cuando saqué cita comenzó el nuevo confinamiento. Y ahora, después del trabajo le dedico tiempo”, cuenta e insiste en que seguirá con esa rutina para mantener sano a su hijo, a quien ve como un milagro en la tempestad. (I)