La pasión de Sandra Delgado, de 44 años y madre de tres hijos, siempre fue la costurería. Recuerda que cuando era niña su madre se amanecía trabajando en la máquina de coser a pedal, de las antiguas, implemento que usaba para sostener a su familia.
Sandra creció con el mismo oficio, y cuando nació su hijo mayor, ahora de 30 años, le cosía sus pequeñas camisetas. Consiguió un trabajo como costurera, pero luego se enfermó de leucemia.
Moisés Vera, hijo menor de Sandra, cuenta que no pudo estar cerca de su madre cuando estuvo enferma, pues en ese tiempo vivía con su padre. Se enteró de que su madre tenía leucemia un año y medio después de su diagnóstico, y solo pudo hablar con ella por videollamada por recomendación médica: los pacientes de leucemia son particularmente vulnerables a infecciones por complicaciones en sus sistemas inmunes.
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Sandra tuvo que dejar de trabajar por el cáncer. Cuando pudo recuperarse de la enfermedad, y luego de una breve pausa para descansar, salió a buscar empleo de nuevo.
“Me enfermé cuando tenía a mis hijos pequeños. Me motivó a aferrarme a la vida, a mis hijos (...). Aquí estoy, con la ayuda de mis seres queridos, Dios, y la empresa Urvaseo, a la que pertenezco”, dice Sandra, cuyo segundo hijo tiene 26 años.
Ahora colabora con la limpieza de las calles de Guayaquil en Urvaseo, consorcio encargado de la recolección de basura y otros aspectos de salubridad de los espacios públicos de la urbe.
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Lleva cuatro años trabajando con Urvaseo, labor que la ha llevado a recorrer toda la ciudad.
Encontrar un trabajo de su preferencia a partir de los 30 años se le complicó a Sandra. “Tener que ser jefa de hogar, cabeza de familia, no tenía que esperar a algo en lo que yo había estudiado, sino a lo que yo podía hacer para poder sacar adelante a mi familia. Apliqué y salí favorecida”.
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“Todo trabajo es duro, siempre y cuando uno le ponga amor a las cosas no te hace esclavo, te hace libre, te hace amar las cosas, te llena de fervor, de pasión. Si se le pone pasión a las cosas todo sale bien”, recalca Sandra.
Aunque cuenta con un trabajo estable, Sandra no olvida la costurera. Sus dos hermanas también aprendieron el oficio de su madre, y Sandra pronto pondrá un nuevo negocio con sus sobrinos, quienes heredaron “el don y la vocación”, cuenta Sandra.
“Si yo no pude concluir, vamos contigo”, recuerda que le dijo a uno de sus sobrinos.
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Moisés, quien tuvo a su primera hija (la segunda nieta de Sandra) hace un mes, recuerda que su madre siempre fue estricta con él y con sus hermanos en cuanto a sus estudios, “de buena manera, para que aprendiéramos algo mejor en la vida”.
Así como Sandra recuerda a su madre cosiendo, Moisés rememora a la suya, ocupada en la máquina de coser para vender prendas y ayudar a su familia a subsistir. Además, cuenta Moisés, Sandra es una excelente abuela para sus dos nietos.
Al comienzo de la entrevista, realizada afuera de una bodega de Urvaseo en la avenida José Luis Tamayo, en Sauces 5, Sandra, como muchos entrevistados, se mostró tensa, nerviosa, pero poco a poco salió a relucir su personalidad amigable entre risas y anécdotas.
Tal como Sandra se fue soltando empezó a hacer más calor en la urbe: luego de la entrevista y de la toma de material audiovisual para las versiones digitales e impresas de Diario EL UNIVERSO, Sandra y Moisés invitaron al equipo periodístico a un vaso de jugo de naranja, un gesto reminiscente al cariño de nuestras propias madres. (I)