Júnior Baque dejó sus estudios en la educación general básica en octubre del año pasado cuando abandonó a su madre que lo había llevado a vivir al cantón Borbón, en el extremo norte de la provincia de Esmeraldas. Tenía 16 años y pretendía pasar a primero de bachillerato. “Me fui de la casa de mi mamá, ya estaba a punto de marcar examen, como es así brava me hizo dar rabia, no podía vivir con ella, no nos entendíamos bien”.
El joven cuenta que los primeros once años de su vida los pasó en una casa de caña en Monte Sinaí, en el noroeste de Guayaquil, bajo la crianza de la suegra de su papá, ya que sus padres son separados. “Él me dejó con la mamá de mi madrastra. Nunca me crié con mi mamá, ya tenía 11 cuando me llevó a Borbón. En Esmeraldas me salían unas ronchas”, dice.
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A Guayaquil regresó donde su abuela paterna, quien vive en la isla Trinitaria y se dedica a la venta de maduros asados con queso. “Empecé yo también, pero en la venta de cocadas (que él mismo hace)”,
Arrastra un puesto ambulante con el que recorre las calles del suroeste de Guayaquil y ahora, ya con 17 años, dice que aspira a retomar el primer nivel de bachillerato el próximo año.
La abuela le da 15 dólares cuando consigue vender el doble de ese valor o más. “De la ganancia me paga a mí, de repente sí me hago mis 40 o 35 dólares”. Lo que sí procura es no permanecer ocioso hasta volverse a vincular en el sistema educativo.
Júnior pasó del confinamiento por la pandemia a un encierro prolongado en medio de la inseguridad y la venta de drogas que impera en el área donde vive en Guayaquil.
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La crisis económica, el encierro prolongado, a desidia por la educación y el embarazo adolescente inciden en una menor matriculación, dice el exministro de Educación Milton Luna Tamayo.
Las cifras muestran que hay una disminución sistemática desde el 2014 cuando la población estudiantil total (desde la educación inicial hasta el bachillerato) era de 4′728.582, cantidad que bajó a 4′259.502 este año, lo que significa una reducción del 10 %.
La matriculación en la educación inicial cayó del 2016 al 2023 un 17 %; la educación general básica, el 13 % del 2014 al 2023; y la de bachillerato, 4 % entre 2017 y este año. El cálculo se hace desde cuando se llegó a la cantidad máxima por cada nivel.
Esmeraldas, Los Ríos, Guayas y Santa Elena son las provincias del régimen Costa donde más se redujo el número de estudiantes del 2022 al 2023, mientras que la cantidad aumenta en las provincias de Manabí (donde incluso hay más matriculados que en 2019) y Santo Domingo de los Tsáchilas.
Son cifras que ayudan a trazar el movimiento de las personas causado por razones económicas y de inseguridad, por ejemplo, hay migraciones desde Esmeraldas, una de las que tienen las mayores tasas de criminalidad.
Esta última provincia registra una disminución de su población estudiantil cercana al 21 % entre 2014 y 2023, es la tasa de reducción más alta del país.
La estadística histórica que no se ha logrado revertir es que cuatro de cada diez adolescentes con la edad de permanecer en el nivel de bachillerato están fuera del sistema educativo. Lo más probable, dice Luna, es que la cifra haya empeorado con la brecha profundizada a partir de la pandemia del COVID-19 y la inseguridad en ciertas zonas.
Michael Carrión terminó el bachillerato en mayo pasado cuando ya tenía 19 años de edad. Él suspendió los estudios a los 15 para ayudar en el negocio familiar de vender bebidas debajo de una sombrilla en una de las calles principales del suroeste de Guayaquil.
Estaba en décimo año de educación básica, nivel que no culminó para dar prioridad a que su hermana siga estudiando. “Mi hermano mayor (quien a sus 29 años es el jefe de este hogar) con el que vivimos me pidió que lo ayudara, después de que ya me salí quise regresar (en 2020), pero empezó la pandemia. Allí no sabía qué hacer”, cuenta.
A través de amistades se enteró de un programa particular en el que se termina el bachillerato de forma acelerada, entonces aplicó. “Como estaba trabajando pagué y así culminé. Los tres años del bachillerato los hice en un solo año. Al inicio no entendía nada, pero después ya me adapté, igual creo que no he captado mucho”, reconoce.
Las clases fueron de lunes a viernes desde las 08:00 hasta las 14:00, por lo que ayudaba a su hermano durante las tardes hasta que se graduó. “Creo que pocas personas saben de estas alternativas, tengo conocidos que salieron de los estudios y no los han retomado”, asegura.
Su expectativa de seguir es baja. Quiere seguir la educación superior, algo relacionado con la electromecánica o informática. “Estaba intentando, pero no he visto la carrera”.
La madre los dejó a cargo del hermano mayor en 2019 cuando Michael tenía 16 años, al igual que su hermana. “Ya estaba grande, teníamos problemas, el señor con el que salía se la llevó y él tiene casa. Mi mamá nos dijo si queríamos vivir solos y nos quedamos”.
Lo que limita su regreso a la educación es su adicción a las drogas, a las que accedió en el periodo que estuvo fuera del sistema educativo. “Durante la pandemia empecé a consumir hache, las malas juntas, siempre han vendido por donde vivo, antes no les paraba bola, pero de tanto verlos me dio curiosidad y probé”.
El embarazo adolescente es otro factor que incide en el abandono de los estudios por parte de las jóvenes, afirma una profesora de un colegio público del norte de Guayaquil. “Tuve un caso en mi aula, era venezolana, quedó embarazada a sus 15 años y ya han pasado dos y no regresa a los estudios”.
Prosperidad se trunca sin acceso a educación
Max Núñez, experto en educación, dice que una de las principales consecuencias de que menos niños y adolescentes estén inscritos en el sistema educativo está en el plano económico. “El 95 % de los que nacen en América Latina está condenado a seguir en el mismo nivel económico en el que nació”.
Entre 2014 y este año se registra que hay 469.080 menos estudiantes en la educación inicial, básica y de bachillerato.
“La población en el país, al igual que en la región, es creciente, entonces el número de matriculados debería incrementarse siempre cada año, es grave que no ocurra”.
Los estudios señalan que los Gobiernos tienen un retorno de 7 dólares por cada dólar invertido en primera infancia.
La población estudiantil del régimen Sierra también se redujo (-11,6 %) desde el 2014.
El 77 % de los matriculados a nivel nacional en el periodo de escolaridad en este año son parte de la educación pública (fiscal), que es gratuita en Ecuador.
Guayaquil registra una reducción de su población estudiantil. En este año lectivo 2023-2024 se matricularon 667.796, son 89.520 menos que en el 2014. (I)