Por Sonia Yánez Blum (Twitter: @soniayanezblum)

No pretendemos que sea Volodimir Zelensky (presidente de Ucrania), pero ese nuevo liderazgo es el que se requiere en momentos de quiebre como los que vive Ecuador. No menospreciar la amenaza, reconocer la vulnerabilidad y pedir ayuda no es de débiles. Es de estrategas.

Los pecados en la estrategia de comunicación del gobierno de Lasso han sido capitales. No se preparó para la guerra comunicacional y de gestión que se venía. Sus voceros no existían. Ministros que decían que no pasaba nada, hasta hace 24 horas cuando aceptaron de forma libreteada, seis días después del paro, que había errores que corregir. Pero en territorio no se ven cambios. ¿Qué comunicar si no se sabe qué va a decidir en una hora después? Dura tarea.

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Han surgido voces representativas que llaman a la calma y al trabajo con mayor destreza desde los gremios empresariales y del sector privado. La academia salvo contadas excepciones no se ha pronunciado. Sin embargo, en Cuenca se levantó una voz que agrupó las preocupaciones de jóvenes estudiantes. Pero en el Gobierno, nada. Más allá del cambio del secretario de Comunicación (anunciado el 16 de junio), que no es mago ni bombero, no se detecta hasta hoy que han visto luz al final del túnel.

¿Saben qué es lo más peligroso de una crisis? Te desenfoca. Te distrae y magnifica tus debilidades. Por eso aquí les comparto estos pecados en gestión de crisis de los que en siete días hemos sido testigos.

Soberbia: No reconocer los errores propios y minimizar al enemigo es una escalada segura a una crisis. El ego en comunicación corta puentes y genera efecto de bola de nieve con más crisis en diversos frentes. No hay vocero experto, no hay fusible que se queme. Hemos sido testigos de cómo en la misma semana se anuncia la salida del secretario de Comunicación y se promociona su remplazo, pero más allá de eso los errores cometidos nos hacen pensar si hubo una verdadera transición y empalme en esa cartera de Estado. Llegar de nuevo en la burocracia en plena crisis te crea más debilidades. Ver a un primer ministro sonriendo en tono burlón cuando le preguntan si el Gobierno va a caer, NUNCA es buena señal porque implica nerviosismo.

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Avaricia: Aspirar a más de lo que se tiene cuando no se tiene nada le ha ocasionado a este Gobierno fallas en su línea de comunicación. Sin estrategia política clara, sin seguimiento y monitoreo de pedidos ciudadanos a lo largo de doce meses, no hay un real conocimiento de problemáticas y aliados, ahí estás perdido en una crisis.

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Crear mensajes de imagen republicana pero fuera del contexto de las necesidades solo ocasionó un traspié más grande. Un presidente con dos mensajes a la nación con un fondo frío, teatral y para muchos falso no era la pieza ganadora y emocional que necesitabas con urgencia, esa que te hacía ver preocupado y solidario. Y tampoco existió una campaña real para comunicar cómo respondían a las demandas. Un tuit con texto tipo infografía diciendo que subían 5 dólares al bono, ¿en serio?

Lujuria: Desear lo que le pertenece a otro no es bueno. Y la lujuria en el plan de comunicación de Lasso se ha visto por una estrategia de contenidos que buscaba empatizar con la gente diciendo que #ElPaísNoPara, pero lo único parado en el limbo era su conexión y creatividad para generar empatía. Desearon una imagen que no tenía de dónde crearse.

Ira: Esa furia contra el exrégimen verdeflex hizo que se despreciara el aparato estatal de comunicación que estaba montado y que no se lo adaptara a las necesidades de un gobierno que inició debilitado en sus conexiones. Es decir, la columna vertebral de un régimen, que es el flujo y estrategia de comunicación de gobierno, quedó en nada.

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El desespero por marcar distancia de estilos no lo dejó ver la realidad: tus ciudadanos deben comprender lo que haces por ellos. Y tú eres el responsable de ello. Más allá del plan de comunicación, no existe un mensaje fuerte que se reconozca como la esencia de Lasso. No hay nada.

Gula: La gula llegó a su máxima expresión cuando luego de cada error aparecía el fantasma de uno nuevo. Aquí la lista:

  1. No reconocer la gravedad de la situación ni estar dispuesto a solucionar desde la humildad desde el primer comunicado oficial. Menospreciar las razones solo hace sentir más agredidos a los afectados.
  2. No tener voceros preparados ni a ministros alineados para comunicar en todos los frentes. Ni siquiera se veían obras o planes para inaugurar. El fin de semana antes del paro debían estructurarse noticias escudo y verse en acción a todas sus instituciones, pero aquí solo se trabaja de lunes a viernes.
  3. Apresar al líder de los afectados y no tener qué decir al respecto, ni prevenir los futuros escenarios, solo generaba una escalada de violencia.
  4. No hay quien diga NO. Al parecer hay muchas opiniones, pero el presidente no tiene a su Pepe Grillo al lado. De tenerlo, no cometería tantos errores en sus tomas de decisiones estratégicas.
  5. El decreto que no era decreto y luego la explicación de que era un borrador. Ni en las novelas turcas se atreven a tanto. Aceptar ese tipo de respuesta como posible solo indica que hay desorden y todos corren y se estrellan entre sí, en ese cuarto de guerra.
  6. En pleno estado de excepción, promocionar una contramarcha desde las cuentas de la Secretaría de Comunicación del Gobierno solo permite tres respuestas:

a. No tienen coordinación interna ni procesos de aprobación de mensajes. Se publicó por iniciativa tonta y propia de un mando medio.

b. La cabeza de comunicación tomó una decisión terrible al aprobar su publicación.

c. Fallan a propósito porque están en negación o durmiendo con el enemigo.

7. Borrar tuits convocando a la marcha y no aceptar el error; comunicar que el verdadero decreto se enviará después, no dominar ni el número del decreto, un vicepresidente que no aparece, un gabinete ministerial presente en Twitter pero no en la vida real son errores de película, de serie de Netflix, de meme, pero sobre todo para aprender lo que no se debe hacer en una crisis.

Envidia: Sí, en el fondo, del otro lado de la orilla el movimiento indígena tiene algo que el Gobierno no tiene: bases y afectados unidos por una causa común, no tienen nada que perder. En esas comunidades lejanas, el éxito del plan de vacunación no significa nada. Ese mensaje de qué buen gobierno hicimos en este primer año, allá en los territorios solo da coraje.

QUITO (13-06-2022).- Los manifestantes aprovechan un momento para desayunar, mientras la carretera está cerrada en el sector El Chaupi, entre Quito y Latacunga, durante el paro nacional organizado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie). Alfredo Cárdenas/ EL UNIVERSO. Foto: Alfredo Cárdenas

Las comunidades se quejan por falta de medicinas, facilidades y de conquistas que por más de una década recibieron directamente de un gobierno de turno que entendió que al enemigo hay que tenerlo más cerca. Bajo el contexto político intentaron imitarlo haciendo un pacto y dándoles la presidencia de la Asamblea, pero sin gestión social en territorio solo quedó en membrete o cuento de hadas.

Pereza: Monitorear, investigar e implementar acciones de prevención para conectar con quienes sabes son un volcán en potencia para una crisis puede ser aburrido.

Armar un plan de crisis, mapear riesgos, trabajar en domingo da pereza, y los resultados están a la vista.

No puedes exigir empatía cuando tu única relación con esas comunidades afectadas ha sido con sus líderes. A esto súmale que la imagen externa está por los suelos. En medios internacionales como DW Noticias, Euronews, El País, AFP, ha tenido más impacto y minutos al aire Iza que el propio mandatario. Para quienes no han nacido en Ecuador, la serie de errores del Gobierno en gestión política y de comunicación es abrumadora e incomprensible.

Y bueno, no tenemos a Zelenski ni pretendemos tenerlo.

Nuestro presidente no saldrá a las calles ni se lo verá en imágenes dialogando con soldados, fuerzas del orden ni médicos. Tampoco recorriendo hospitales viendo cómo entregan la medicina que se promete, ni en el campo entregando úrea. No lo veremos en videos en vivo cada día para asumir la comunicación directa con todos. Ni tampoco un vocero que lo haga por él. Menos aún dirigiéndose a la comunidad internacional para dar una imagen externa sólida que tranquilice los mercados y aglutine ayudas. No, no tenemos a un liderazgo comunicacional como Zelenski, pero tampoco tenemos al Lasso que nos prometieron. Y el presidente tampoco tiene quien lo ayude a encontrar ese liderazgo que parece encadenado a quienes originaron este caos y lo siguen haciendo fallar y cometer pecados. (O)