Reforestar una zona quemada por un incendio forestal es un proceso que puede durar muchos años siempre y cuando no se vuelvan a producir nuevos siniestros.
Según el Ministerio del Ambiente, desde enero hasta septiembre los incendios forestales, asociados al déficit de lluvias, han afectado a más de 39.700 hectáreas de cobertura vegetal en 3.497 siniestros.
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En Quito, desde julio hubo 314 incendios forestales y 1.832 quemas de desechos. Entre el 23 y 27 de septiembre se atendieron 12 incendios forestales y 91 quemas de desechos en la capital, mencionó.
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Con 23 especies nativas, el Municipio de Quito iniciará el proceso de regeneración de las zonas que han sido afectadas por incendios forestales.
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Sebastián Pillajo, jefe de la unidad de patrimonio natural de la Secretaría de Ambiente del cabildo quiteño, dijo que serán laurel, pumamaqui, guaba, arrayán, algarrobo, huarango, molle, cholán, entre otras, tomando en cuenta las particularidades del sector.
Señaló que hacen una valoración de los recursos naturales afectados de flora y fauna para dar asistencia.
Esa valoración, denominada ecosistémica, permite determinar cuál es la pérdida directa e indirecta para definir cómo se hará la restauración que será activa y pasiva.
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La restauración activa se refiere a la reforestación o la dispersión de semillas, la inoculación de microorganismos en el suelo, en tanto que la pasiva es dejar que la naturaleza actúe por sí sola, esto en zonas de difícil acceso o pendientes pronunciadas.
Esas especies nativas -a diferencia del eucalipto- retienen la humedad en el suelo, pues este último absorbe la humedad y se seca la vegetación lo que ha ocasionado que haya una combustión acelerada para los incendios.
Santiago Ron, Ph. D. en Biología Evolutiva, mencionó que los bosques de eucalipto generan un mayor riesgo de incendios. Además, tienen efectos negativos en la biodiversidad, aumentan la erosión y consumen mucha agua.
El funcionario sostuvo que no se va a retirar todo el eucalipto, sino que en las partes afectadas se hará el recambio por especies nativas y otras herbáceas. Además, se dispersarán semillas nativas.
Ese trabajo empezará en los primeros días de noviembre. Pillajo indicó que se requiere de un periodo seguido de lluvia para que continuamente el suelo se reactive.
Explicó que tras incendios se requieren, al menos, 30 días para que se enfríe totalmente el suelo. Eso, unido a las lluvias, podrían proceder a la restauración.
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Pillajo agregó que continuamente realizan procesos de restauración y hay una estrategia que se ha intensificado en 2023 con una meta de 16.000 hectáreas no solo de incendios forestales, sino también por extensiones de la frontera agrícola. En 2024 se espera alcanzar las 800 hectáreas de restauración.
No solo la flora ha sido afectada, sino también animales que resultaron calcinados por el último incendio en la capital, catalogado como el peor en los últimos 30 años, como zarigüeyas, puerco espín, aves y otras especies que han migrado.
Habrá, además, zanjas, franjas y cercas cortafuegos con la colocación de agave como prevención y para evitar sucesos similares.
Cristian Rivera, especialista en Gestión de Riesgos, expresó que se debe hacer una evaluación de las laderas afectadas, porque el fuego erosiona la tierra, además hay gran cantidad de ceniza, escombros y rocas.
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Con las lluvias, puntualizó, se producirá un efecto que se llama lavado de finos en el que posiblemente haya flujos de lodo en algunos barrios.
Por ello indicó hay que hacer un análisis y el proceso de reforestación es a corto, mediano y largo plazo, que podría ser en 5, 10, 25 años, siempre y cuando no haya nuevos incendios.
Sostuvo que se deben sembrar plantas nativas, como pumamaquis y arrayanes, porque el eucalipto es conocido como el árbol de fuego.
Cristopher Velasco, presidente de la Asociación de Profesionales de Gestión de Riesgos del Ecuador, señaló que la regeneración de la cobertura vegetal no debe ser inmediata porque se deben hacer tratamientos en los suelos, y en algunos casos, debe haber precipitaciones considerables para que las nuevas plántulas por reforestar puedan asentarse.
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Mencionó que el pino o el eucalipto son plantas introducidas de mucha resistencia a los incendios, pero no se trata de eliminarlos sino de hacer una transición ordenada con otras.
Considera que si bien el Cuerpo de Bomberos de Quito (CBQ) es uno de los organismos más calificados, no hay una red completa de monitoreo de incendios forestales articulados con mediciones de temperatura de zonas y humedad, sensores de calor que podrían generar alertas preventivas.
Para Rivera, la reforestación también debe ser pensada en su aporte para las partes altas de las montañas y que nutren a las plantas potabilizadoras de agua potable de las ciudades.
Además, hacer un seguimiento para saber cuántos de los árboles plantados sobrevivieron y determinar si el proceso fue o no efectivo.
Ron también cree que hay que biorrestaurar las zonas que se incendiaron con especies nativas Es, además, una oportunidad para mejorar las áreas verdes que rodean a Quito y disminuir el riesgo de incendios en el futuro, agregó. (I)