Luego de años desempeñándose eficazmente en el mundo del marketing digital, Paulina Salas sintió una profunda preocupación existencial que la llevó a replantearse los sueños y metas. La guayaquileña, de 37 años, le dio un giro radical a su vida, al dejar atrás una prometedora carrera para seguir su verdadera pasión: la cocina.
“Nunca supe realmente cuál era mi pasión. Y una de las cosas que tanto le pedía (a Dios, a la vida) era: ¡mándame una pasión, yo necesito algo que realmente me haga levantar todos los días para ir a trabajar entusiasmada! Mi vida era trabajar en automático, de ocho de la mañana a cinco de la tarde y creo que de tanto pedir, alguien de arriba dijo: Ahí te lo mando”, refiere la chef que se especializa en pasta casera y salsas italianas, pero quien confiesa que hasta la pandemia de COVID-19 no tenía mucha idea de cómo hacer estas preparaciones.
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Cuando Paulina terminó sus estudios secundarios se fue a vivir a Italia y fue durante esa estancia de ocho años en el país europeo que descubrió que tenía un interés especial por la cocina, aunque en aquel entonces aún no identificaba que el arte culinario se convertiría en su gran pasión. Cada platillo, cada receta, cada ingrediente que degustaba bajo la enseñanza de los jefes que tenía en sus empleos en el sector gastronómico despertaban en ella un gran entusiasmo que jamás había experimentado.
“Los sabores que hay en Italia, en todos sus platos, no solamente en las pastas, en una carne, en una sopa, son increíbles. Y creo que el mayor aprendizaje que se tiene viviendo allá es que la cocina puede ser deliciosa, de calidad”, resalta esta amante de los quesos, en especial del pecorino y el parmesano, productos preparados a base de leche de oveja y vaca, respectivamente.
Cuenta que las largas jornadas viendo cómo preparaban los platillos tradicionales italianos en los establecimientos en los que trabajó o que visitó en Varese, poblado cercano a Milán, se convirtieron en su refugio, en su terapia y en su nueva forma de vida para no añorar tanto al Ecuador que había dejado atrás. “Yo tengo ese gustito gastronómico desde muy joven, que quizás una persona de mi misma edad no lo hubiera tenido y obviamente eso lo obtuve gracias a los jefes que tuve. Gracias a ellos, a mis 19 o 20 años, yo fui a un restaurante Michelin y probé cosas que nadie había probado”, comenta la chef.
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Ya viviendo nuevamente en su país natal y aún en el marketing, en el 2021 Paulina ingresó a estudiar en la Escuela Culinaria de las Américas. Tras dos años obtuvo su título de chef y luego de pensarlo juiciosamente y conversarlo con su esposo, ella decidió dejar su trabajo y dedicarse por completo a la gastronomía. Destinó mucho de su tiempo a aprender desde técnicas de cocina hasta la historia y los secretos de cada receta italiana.
De a poco, Paulina fue ganando más confianza en sus habilidades culinarias y, hace un año, abrió su emprendimiento al que bautizó La Cucina di Pau, un espacio en el que imparte cursos presenciales para aprender a elaborar pasta fresca con sus respectivos rellenos y salsas italianas. Además, también sube en sus redes sociales contenido relacionado con el mundo gastronómico.
Cuenta que cuando comenzó con sus cursos, los impartía en la cocina de su casa a sus familiares y amigos cercanos. Luego se expandió a más público con talleres en reconocidos restaurantes de la urbe porteña, los que han tenido una buena recepción y se han convertido en centros de aprendizajes técnicos, pero sobre todo de “experiencias humanas”. Y aunque a veces sienta inseguridades, como toda persona, sobre si realmente está enseñando bien sus conocimientos, trata de dejar a un lado esos miedos. “Siempre soy la de pensar y repensar eso, pero intento todos los días ir mejorando, porque creo que cuando realmente haces lo que te apasiona y lo que te gusta, esos demonios de los no puedo no entran a tu cabeza”, apunta.
La pasión de esta cocinera por la pasta fresca se refleja en cada platillo que prepara ya sea sola, con su familia o con sus estudiantes, quienes rápidamente se han convertido en fieles seguidores de su auténtica y deliciosa cocina. “La pasta fresca va a ser siempre el verdadero significado que mi vida cogió. A partir de la pasta soy otra Paulina, hay un antes y un después”, señala la chef, quien entre risas confiesa ser “una guayaca con alma y corazón italianos”.
Fue difícil, fue incómodo cambiar el rumbo de mi vida, pero para mí siempre quedará como experiencia, de que nunca es tarde… Hay personas que lo descubren a los 45 años, a los 50, pero en esa incomodidad está el cambio, no importa cuántos años tenga, lo importante es que lo estoy logrando y esa ya es una motivación por la cual me levanto todos los días
Paulina Salas, de La Cucina di Pau.
Recalca que su gran sueño no hubiera sido posible sin el apoyo de su familia, en especial el de su esposo. “Yo sí siento que me demoré bastante en tomar la decisión, pero nunca es tarde. Tomé la decisión con la ayuda de mi esposo, él era el que me empujaba, el que cuando yo le decía quiero hacer pasta, él cogía y me traía unos tablones para que haga la pasta en la mesa… Entonces, él siempre fue esa persona que estuvo atrás, él veía lo que yo no veía. Él veía esta Paulina que podía, que cocinaba rico, que podía hacer pasta fresca, que tenía muchas ideas”, explica la cocinera sobre el gran respaldo que tuvo por parte del hombre al que ama profundamente desde hace diez años.
Hoy en día Paulina Salas es reconocida por la calidad y calidez de sus cursos de cocina italiana, su emprendimiento gastronómico va viento en popa y no descarta la idea de crear, en el futuro, su propia escuela de pasta. Su vida ha dado un giro completo gracias a la valentía de seguir sus sueños y su historia es un ejemplo de cómo escuchar nuestro corazón y seguir nuestros verdaderos deseos puede llevarnos a la felicidad y a la realización personal.
Esta es una nueva historia de Inspirencers, una serie de entrevistas inspiradoras que son parte de un proyecto transmedia de Corporación Favorita (con sus marcas Supermaxi y Megamaxi) y Diario EL UNIVERSO. (I)