Desde mayo pasado ya se cuentan siete meses consecutivos con una deflación leve en Ecuador, es decir, una reducción del Índice de Precios al Consumidor (IPC), mecanismo con el que se mide el nivel de inflación al analizar el comportamiento de costos de una canasta de 359 productos entre bienes y servicios, los que se había establecido que tenían un mayor nivel de consumo.

Esto implica que en general hay un menor nivel de precios en la economía, pero la reducción es variable según el sector e incluso hay rubros en los que los costos han subido.

El sector de prendas de vestir y calzado es uno de los más golpeados por la crisis económica profundizada por la pandemia del COVID-19. Sus ventas entre enero y octubre del 2019 alcanzaron $ 2.189 millones y en el mismo periodo de este año $ 1.241 millones, una reducción del 43,5 %, según la consultora Market Watch.

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De ahí que el segundo rubro donde más han bajado los precios en el último año es justamente el de prendas de vestir y calzado, superado solo por la educación, en la que también se dio una disminución por el ajuste debido a las clases en línea.

“Hay menor demanda y la ropa no está entre las necesidades básicas. Un estudio de mercado indicó que la gente buscará marcas más baratas luego del COVID-19”, dice Gonzalo Rueda, gerente general de la consultora Market Watch. Incluso hay personas que dejaron de lado la costumbre de usar ropa nueva en Navidad y Fin de Año y escogieron de lo que ya tenían en el armario.

Lo contrario ocurrió en el sector salud, que obtuvo más ventas. Un ejemplo son los ingresos de las farmacias y de los fabricantes de medicinas que percibieron $ 4.212 millones durante los primeros diez meses del 2019 y $ 4.485 millones en igual periodo del 2020, un aumento del 6,5 %.

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Las ventas de los laboratorios clínicos crecieron el 35 %. De ahí que los precios hayan subido en los negocios relacionados con la salud. Pero en ocho de los doce rubros se registra deflación, según la inflación anual que mide el desempeño respecto del mismo mes del año anterior.

La acumulada a noviembre es de -0,90 %, la mayor cifra negativa en esos periodos desde el 2007. En esta última se cuantifica la variación de precios del mes respecto de diciembre del año anterior.

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Las previsiones indican que si en el 2021 hay una recuperación pues se espera una inflación positiva mínima y se detendría el deterioro de los precios.

El ajuste de la inflación entendida como el incremento generalizado de los costos, según José Gabriel Castillo, director del Centro de Investigaciones Económicas de la Espol, es una representación del dinamismo económico.

Es como un termómetro. Y se da cuando hay mucho consumo porque los hogares obtienen ingresos por nuevas actividades productivas, inversiones o gasto público. Fue lo que ocurrió entre 2007 y 2014, allí hubo procesos inflacionarios por el incremento de la demanda, los hogares tenían más poder adquisitivo y los precios tienden al alza”, dice Castillo.

Pero ya en el 2015 y 2016 se da un proceso de ajuste muy lento, agrega, con la caída del modelo de desarrollo cimentado en la inversión pública en el periodo 2007-2014. “Entonces a partir del 2017 y en el 2020 se pone de manifiesto de manera abrupta con la pandemia la contracción de la demanda por el deterioro de la actividad productiva del país”.

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El sector privado no sustituyó ese gasto público que se contrae desde el 2017. “A ello se suma la pandemia con una sobreoferta, entonces observamos periodos deflacionarios que es el decrecimiento de los precios”, afirma Castillo.

La reducción del IPC, dice Rueda, no es por mejor tecnología al producir o porque se hayan identificado eficiencias que permiten bajar los costos de producción. “Lo negativo es que se debe a la contracción de la demanda”, aclara.

El nivel de ventas del 2020, sin tomar en cuenta los dos meses de encierro total (marzo y abril) en comparación con los años anteriores en los que también se excluyó lo vendido esos meses, es similar al del 2016. “Hay un retroceso de cuatro años en ventas que venían aumentando a un promedio del
3 % anual”, dice Rueda. Entre enero y octubre de este año se vendió el 18 % menos respecto del mismo periodo del 2019.

Mónica Rojas, directora de School of Economics de la Universidad San Francisco de Quito, afirma que el riesgo de la deflación es que si continúa de forma prolongada generaría un mayor colapso de la demanda con la respectiva profundización de la recesión económica.

“Se genera un ciclo vicioso y un espiral en declinación en el cual caen los ingresos de los trabajadores y por lo tanto todos se ven más golpeados por esta situación y nuevamente bajan los precios porque no hay muchas ventas y aumenta también el nivel de desempleo”, asegura.

La previsión es que la estabilidad de los precios siga durante el primer trimestre del año.

Una economía en proceso de ajuste

Los analistas coinciden en que el ajuste de precios a la baja ya se venía observando desde antes de la pandemia, pero el proceso se ha acelerado con siete meses consecutivos que registran una variación negativa de la inflación.

“De prolongarse por mucho tiempo la deflación, hay el peligro del deterioro del poder adquisitivo de los hogares que ya no pueden vender los productos con los precios anteriores, hay un ajuste del margen de ganancia y hay menos dinero disponible”, dice Rueda. Esto puede alimentar la recesión económica, pero por el momento no hay que preocuparse, añade, ya que corresponde a un ajuste por la situación económica. (I)