La Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró al periodo 2021-2030 como el Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible. El tema acoge relevancia cuando hay graves afectaciones de los ecosistemas con la sobrepesca y la contaminación de los mares.

Una de las problemáticas que se puede suplir con investigación es la falta de mecanismos para establecer una propiedad clara sobre el extenso mar. Cómo regular y determinar responsabilidades, por ejemplo, cuando en las llamadas aguas internacionales hay afectaciones por la sobrepesca, lo que requiere regulaciones para frenarla, o hay derrames petroleros que demandan reparaciones, dice Xavier Chalén, director del Programa Marino y Costero de Conservación Internacional.

“Hacerlo es muy complejo, los Estados determinan por lo general que el mar es un bien común, de todos... Hay que definir los condicionamientos de la explotación y el alcance del bien común para hacer que sea un recurso compartido y aprovechado de forma sustentable”, señala Chalén.

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En ciencia se conoce a este aspecto como la tragedia de lo común, frase usada para denotar el impacto cuando se determina que los recursos naturales son de todos, pero en la práctica no son de nadie o de unos pocos que se benefician sin responsabilizarse de la marca que deja la explotación.

La flota compuesta en su mayoría por barcos de origen chino se sitúa en aguas internacionales, fuera de la Zona Económica Exclusiva del Ecuador, entre su costa continental y el archipiélago de Galápagos, en un momento determinado del año.

“Hay un estado de indefensión en las aguas internacionales y sin ciencia la soberanía marítima es un tiro al aire, ya que se pueden preservar los recursos pesqueros en las reservas marinas, pero esta riqueza se desborda. Entonces se cuida para que otras naciones con más capacidad capturen y aprovechen esos organismos”, dice Chalén.

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La Comisión Permanente del Pacífico Sur hizo en septiembre del 2019 un taller, en su sede en Guayaquil, en el que se identificaron las prioridades sobre las problemáticas oceánicas, un insumo para que la declaratoria de Naciones Unidas no quede en lo retórico, afirma Fernando Félix, ex coordinador regional del organismo.

“Lo que se necesita es el compromiso político de los países de querer invertir en este proceso y desarrollar las ciencias oceánicas en la parte predictiva del clima, en los recursos naturales y en la biología de los ecosistemas”, indica Félix.

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El 90 % de las mercancías se moviliza a través de los océanos y mares, que tienen potencial como proveedores de alimentos, en el turismo y la explotación minera.

Ecuador está en el grupo de países con menos investigaciones marinas producidas (entre una y 2.500 publicaciones), junto a la mayor parte de los Estados latinoamericanos y los africanos y asiáticos más pobres. Argentina y Chile están en el rango de 2.500 y 5.000; México, en el de 5.000 y 10.000; y Brasil, entre 10.000 y 15.000.

La pesca artesanal al igual que la industria ejerce presión sobre los recursos marinos. Foto: Cortesía Fernando Félix

La mayor parte de las naciones de Europa Occidental, Canadá, Japón y Australia, entre 15.000 y 30.000, y Estados Unidos y China son los que más publicaron (30.000-100.000).

“En Ecuador no se da importancia a la investigación. Si no tenemos el conocimiento suficiente sobre los recursos marinos que se explotan y los procesos ecológicos que se están dando, se corre el riesgo de que esta riqueza pesquera que se está extrayendo en un momento determinado pues colapse”, vaticina Félix. (I)

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