La imagen es impactante. Tres cadáveres de venados de cola blanca de páramo (Odocoileus virginianus ustus) son exhibidos como trofeos. Encima de ellos hay un rifle. En otra foto un hombre posa sonriente con uno de los animales agarrando sus cuernos. Es claro que el cazador alardea del delito que cometió.

El hecho, que fue denunciado en redes sociales y que se encuentra en investigación por la Fiscalía, habría ocurrido en la parroquia Tarqui, en Cuenca, provincia del Azuay.

Aunque todavía se debe comprobar si el hecho es real, el Ministerio del Ambiente y Agua ya tiene los datos del supuesto cazador, los cuales adjuntó en la denuncia.

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[BOLETÍN] Ministerio del Ambiente y Agua inicia acciones legales frente a denuncia de cacería de venados de cola blanca en #Azuay. https://t.co/W2ynjwEzDB pic.twitter.com/zYw8Wz9G5K

Sin embargo, esto no sería aislado. La cacería ilegal de este tipo de venados se daría por la interacción constante que se da con el hombre debido a la reducción de sus hábitats.

Los cultivos agrícolas y el interés que hay por su carne son los principales problemas, dice Fernando Juela, biólogo y técnico de biodiversidad de la Dirección Provincial del Ambiente de Azuay.

Estos animales pueden “arrasar” con cultivos de arvejas, col, lechuga o papas por lo que los agricultores los matan y aprovechan su carne.

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“Se da una mayor interacción con ellos porque son relativamente abundantes en comparación con otras especies ”, indica Juela.

Además, se suma la caza deportiva que ve como trofeos las cabezas con cuernos de estos animales. Varios especialistas, como Martín Bustamante, director del Quito Zoo, han alertado del aumento de la caza furtiva en Ecuador en medio del confinamiento que actualmente vivimos.

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A pesar de que no existen datos precisos sobre su número, se estima que hay 1,6 Odocoileus virginianus ustus por kilómetro cuadrado, lo que sugiere que en los páramos del Azuay existirían 3271 individuos. El Libro Rojo de Mamíferos del Ecuador ubica a esta especie en la categoría de casi amenazada.

Según Juela, el MAE realiza campañas constantes de educación ambiental en los colegios de las comunidades para difundir la importancia de conservar esta especie.

“Tratamos que los estudiantes entiendan de que el hombre no está en la cúspide de una pirámide sino que es parte de un círculo y que este mensaje sea replicado en sus familias”, añade el funcionario.

Además, tratan de enseñarles a los agricultores técnicas para espantar a los venados de sus cultivos. Por ejemplo, ubicar objetos que se muevan en medio de los sembríos. Los Odocoileus virginianus ustus son muy tímidos y si ven algo moverse se alejarán.

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Otra opción es ubicar mallas de sarán, que se usan para viveros. Los animales pueden dañar estas estructuras, pero al verlas la perciben como una barrera y se van. “Ya no se pueden aplicar los métodos que se usaban antes”, señala Juela.

Los venados de cola blanca son un magnífico dispersor de semillas de los pastos y frutos que consumen, según una investigación de la Universidad Técnica Particular de Loja publicada el año pasado.

El estudio demuestra que este herbívoro dispersa alrededor del 30 % de las especies de plantas encontradas en el bosque donde habita. El ‘servicio ecosistémico’ de dispersar semillas se paga con los nutrientes de la pulpa de la fruta. El venado no solo dispersa los frutos, sino que los despulpa.

“Es probable que el despulpado mejore la germinación de algunas de las plantas del bosque”, refiere el documento. Además, es una presa de preferencia para otras especies como pumas y lobos.

Los ecuatorianos debemos entender que venados, cóndores, osos andinos y lobos de páramo ocuparon primero los territorios que creemos que nos pertenecen. La tolerancia y reducir la frontera agrícola deben ser los principales objetivos para conservar estas especies, afirma Juela. (I)