Frases como “protesta por la Amazonía”, “Bolsonaro, genocida” o etiquetas en redes sociales como #PrayforAmazonía, #FueraBolsonaro, #RenunciaBolsonaro, se pudieron observar a lo largo de esta semana en Ecuador para rechazar la poca o nula acción del gobierno del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, frente a los incendios que consumen grandes extensiones de la Amazonía brasileña.

Incluso se convocaron manifestaciones pacíficas en los exteriores de las delegaciones diplomáticas brasileñas en Quito y Guayaquil.

Si bien las críticas se centraron en la gestión de Bolsonaro, también hubo cuestionamientos a los otros siete países amazónicos (Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela) que han permitido diversas actividades extractivas en el llamado “pulmón del mundo”.

Publicidad

Ecuador, país que tiene la menor extensión de territorio amazónico (1,5%), desarrolla proyectos petroleros en esa región desde hace cinco décadas.

Los diferentes gobiernos, a través de la historia, han justificado la deforestación y contaminación de ríos provocada por la producción del llamado “oro negro” con el argumento de que permitirá a la nación salir del subdesarrollo.

La plataforma Tiputini C, a 1,5 kilómetros de distancia del borde norte del Parque Nacional Yasuní ya produce barriles de petróleo, pese a cuestionamientos. Foto: Archivo

Publicidad

El discurso se repitió con la inauguración, este año, de la minería a gran escala.

¿Después de casi medio siglo de política extractiva Ecuador logró el anhelado desarrollo? debe ser la pregunta. Todavía un cuarto de la población sigue bajo la línea de la pobreza”, cuestiona Carlos Larrea, catedrático de la Universidad Andina Simón Bolívar y coordinador del Programa de Cambio Climático y Sustentabilidad.

Publicidad

En el caso del Ecuador, según Larrea, el peligro de incendios forestales es mucho menor porque en la Amazonía occidental (incluido Perú) el cambio climático ha provocado un aumento de la pluviosidad y esto, en parte, sería una ventaja.

“En Brasil se está volviendo más seca y caliente. Lo que sí es grave es que sigamos deforestando. Ecuador tiene una tasa de deforestación muy alta, es del 0,6% anual, pero en el caso de Brasil la tasa es 0,2%, tres veces más baja”, dice.

El área total de deforestación en las provincias de Sucumbíos, Orellana, Morona Santiago y Zamora Chinchipe en el periodo de 2008 a 2014 alcanzó más de 17.000 hectáreas, según el informe ‘La Amazonía y la Agenda 2030’ publicado por las Naciones Unidas.

Otro de los problemas que identifica este estudio es el aumento poblacional.

Publicidad

Decenas de personas protestaron en los exteriores de la delegación diplomática brasileña en el norte de Guayaquil. Foto: Juan Pablo Pérez

“Hay alrededor de 33 millones de habitantes en el Amazonas, entre ellos 385 grupos indígenas y otros grupos en aislamiento voluntario. La población que vive en el Amazonas no representa más del 10% en ningún país, pero se ha incrementado significativamente, y de manera más rápida que los promedios nacionales”, refiere el documento.

Esto se daría por la migración interna que generan los proyectos extractivos y la construcción de nuevas carreteras. Además de la proliferación de actividades como la minería ilegal. Dicha movilidad no es regulada ni acompañada por planes de asentamiento. Aunque el estudio también resalta iniciativas como Socio Bosque.

Para Larrea, la incursión del país en la gran minería también causará efectos negativos en la Amazonía: “El impacto será mucho mayor que el generado por el petróleo”.

La Amazonía cubre una superficie de 7,8 millones de kilómetros cuadrados, consta de 12 macrocuencas y 158 subcuencas compartidas por 1.497 municipios y 68 departamentos regionales. Alberga cerca de la mitad de la biodiversidad del planeta y es un importante proveedor de bienes y servicios ecosistémicos y para el funcionamiento de ecosistemas.

Solo el río Amazonas genera el 15% del total de agua dulce en el mundo. De allí la importancia de su cuidado. (I)