Entre los laberintos en los cuales se puede caer en TikTok, la red social enfocada en videos cortos con potencial de viralizarse, está una etiqueta que le valió a su creadora la expulsión: #skinnytok. Ahora el hashtag está vetado a instancia de la Comisión Europea y la agencia de regulación digital Arcom.

Es una celebración de la delgadez. Al parecer, lo único deseable y permisible es ser delgado, y los esfuerzos de los seguidores de esta tendencia –en su mayoría, chicas– están enfocados en estar flacos. Tienen sus mantras, han encontrado la fórmula de la belleza. “Ser flaca es un estilo de vida”. “No eres fea, solo estás gorda”. “Tu estómago no gruñe, te está aplaudiendo”. “No tienes que premiarte con comida, eso es para los perros”.

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Se muestra como una propuesta de vida limpia y perfecta, un cuerpo ‘bonito’, mucho ejercicio y una alimentación hipercontrolada. Pero en resumen, se vive para estar flacos.

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La exposición a cualquier contenido sobre pérdida de peso y cultura de las dietas aumenta la negatividad hacia la propia imagen. Foto: Shutterstock

Uno de los rostros principales de este movimiento es Liv Schmidt, influencer fundadora de un grupo al que ha bautizado The Skinni Societe, al que se accede por suscripción ($ 19,99), prometiendo ‘amor propio, bienestar, salud y transformación’.

Sus seguidoras la alaban y le atribuyen milagros de pérdida de peso, con técnicas como “la regla de los tres bocados”, que anima a las chicas a limitar su ingesta a tres cucharadas y nada más. La cantidad de contenido generado en torno a esto es abrumadora. Schmidt no propone una dieta específica. Su paradigma es claro: comer lo menos posible.

El negocio de promover la delgadez extrema

Pero si el Skinnytok tiene frases ‘icónicas’, los profesionales de salud mental están listos para contrarrestarlas. La doctora Abigaíl Matthews, psicóloga pediátrica especializada en desórdenes alimentarios, que atiende en la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota, confirma a este Diario que sí, ha escuchado de esta tendencia más de lo que le gustaría, y que es, en una palabra, “alarmante”.

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“Los medios perpetúan estos ideales de delgadez y las ideas de cómo deberíamos vernos. Incluso antes de que hubiera redes sociales. Solo el ver revistas con ideales de cuerpos muy flacos o musculados, que para el resto es difícil de obtener, puede hacer daño a la satisfacción corporal”. Nos miramos y ya no nos sentimos contentos de lo que vemos.

Dado que el algoritmo analiza nuestra mirada y empieza a darnos y más de ese tipo de contenido, hasta que parezca que eso es lo único en lo que podemos pensar, es fácil para niños, adolescentes y adultos caer en el juego.

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“La exposición a cualquier contenido sobre pérdida de peso y cultura de las dietas aumenta la negatividad hacia la propia imagen. De solo verlas te sientes peor. Y te envían el mensaje de que si tan solo hicieras esto o tuvieras fuerza de voluntad, alcanzarías ese ideal que en la realidad no es posible de manera saludable”.

Además, quienes nos dan tales consejos no lo están haciendo de forma inocente. Están ganando dinero. “Los influencers consiguen patrocinios o pagos por promover ciertas ideas (o productos)”, dice la psicóloga, aunque en realidad lo que nos venden son creencias sobre nuestros cuerpos.

Signos de resistencia a la comida

Matthews señala que la imagen corporal negativa está relacionada con los desórdenes alimentarios, que es algo que los padres temen. ¿Se solucionará obligando al chico o la chica a comer? ¿Quitándoles el teléfono?

“Primero, es importante saber que hay mucha variabilidad en lo que constituye un cuerpo sano. Hay un enorme rango de lo que es saludable para cada persona. Cuando miramos a los percentiles, gente de la misma edad y sexo, sabemos que se puede ir desde ser muy flaco hasta ser más grande, y seguir estando saludable". Tu cuerpo, enfatiza, tiene una biología que determina su forma.

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No todo el que tiene un cuerpo de más talla debe perder peso. Antes de eso, hay que preguntarse ¿estoy sano, estoy haciendo actividad física y tengo conductas saludables? “El peso por sí solo no equivale a salud. Alguien puede lucir como modelo, pero estar enfermo”.

Las tendencias 'skinny' envían el mensaje de que con fuerza de voluntad y sacrificio podemos alcanzar ideales que no son posibles con un estilo de vida saludable. Foto: Shutterstock

Pensar que con voluntad y ciertos trucos podemos lograr la perfección corporal (expresada en internet como delgadez) lleva a los desórdenes alimentarios, con consecuencias psicológicas y médicas severas. Como la anorexia nerviosa, la enfermedad en que no se come lo suficiente. “Ocurre en gente de todas las formas y tipos de cuerpo. Tiene la segunda tasa de mortalidad de cualquier enfermedad mental”. Una vez que la persona con desorden alimentario pierde peso, algo cambia en su cerebro, y ya no se puede detener. “Está fuera de control. Ya no tiene elección”.

Matthews comparte algunos de los signos principales de que alguien ha empezado este camino.

  • Tienen menos energía, están cansados todo el tiempo.
  • En el caso de las mujeres, pierden sus periodos menstruales.
  • Pueden estar más irritables por no estar recibiendo suficiente nutrición.
  • No pueden dejar de pensar en la comida y de hablar de lo próximo que van a comer. Cada decisión sobre esto es una lucha. ¿Debería comer? ¿No debería?

Sentarse a la mesa es una actividad altamente social, de la que obtenemos placer que va más allá de los sabores y la sensación de saciedad, pero de repente se vuelve estresante, y la persona puede evitar cualquier actividad social que involucre comida; se aísla para comer y miente sobre lo que ha comido. Se vuelve inflexible y corta con ciertos grupos de alimentos. “Esto viene del miedo. A subir de peso. A comer demasiado”.

Los cambios visibles, en los que se nota desnutrición, indican un estado más avanzado en el que ya no hay deseo de comer. Se ha apagado la habilidad de reconocer el hambre y la llenura. La digestión se enlentece y hay dolor si se le obliga a comer más.

Cómo hablar de desórdenes alimentarios

Una pregunta difícil es cómo tocar el tema de los desórdenes alimentarios. “Es más importante que nunca tener conversaciones abiertas sobre cómo la salud es más importante que el peso. Sobre lo positivo de la variabilidad en la forma y el tamaño de los cuerpos”. Matthews sugiere no minimizar la presión social. “Digámosle: ‘Ama tu cuerpo, no importa qué. Eres hermoso, eres saludable’, aun sabiendo que en la escuela probablemente alguien les dirá gordos”. En ese caso, hay que seguir escuchando. “Eso que te dijo ese chico no está bien. ¿Qué opinas tú?”.

Y el otro punto es reforzar el aspecto afectivo y social de las comidas. “Disfrutemos comer en familia y tratemos de tener actividades sociales en las que se sepa que está bien comer de todo con moderación”. Si ha notado que su hijo está en las plataformas en las que se habla de dietas, empiece a dialogar: ‘Sabes que lo que dice esta persona no es cierto, ¿verdad? No es saludable comer solo 800 calorías al día. En nuestra familia no hacemos dietas. Alimentarse no es negociable’.

Además de la transparencia y la diversidad de cuerpos, Matthews pide enfocarse en el funcionamiento del organismo. Al final del día, ¿para qué es nuestro cuerpo? ¿Solo para ser visto? “El cuerpo nos deja movernos, estar vivos, disfrutar, crear relaciones. Hay que cambiar la narrativa”. Si el chico o la chica ponen mucha resistencia a la hora de comer, si se ven muy angustiados, es apropiado buscar a un experto, puede ser el pediatra de la familia, para saber qué otros recursos necesitan los hijos.