Hoy, los estudiantes no se apuran demasiado si no tienen pluma o lápiz. Escriben con los dedos y tienen a disposición varias versiones de la información que buscan, cada una en una pestaña del navegador. O al menos ese sería el panorama general si las instituciones educativas no estuvieran creando nuevas formas de relacionarse con la tecnología en el aula, para evitar usos inapropiados y problemas de rendimiento.