La presión social por mostrarse feliz, agradecido y pleno durante diciembre puede convertirse en una carga emocional difícil de sostener para muchas personas.
Aunque las fiestas de fin de año suelen asociarse con celebración, unión y alegría, no todos atraviesan este periodo desde ese lugar. Para algunos, diciembre activa malestar, cansancio emocional y una sensación constante de no estar a la altura de lo que se espera sentir.
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La psicóloga Zoraya Aguilar Bohórquez (@psiczorayaguilar en IG) explica que existen señales claras de alerta que indican que una persona no la está pasando bien durante estas fechas.
Entre ellas menciona cambios persistentes en el estado de ánimo, irritabilidad, tristeza constante, aislamiento social, alteraciones del sueño o del apetito, cansancio emocional y una sensación de presión por “tener que estar bien”. También advierte que es una señal de alarma cuando el propio malestar se minimiza o se evita hablar de lo que se siente, como si expresar incomodidad emocional en diciembre no estuviera permitido.
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Ante este escenario, recomienda estrategias prácticas para cuidar la salud emocional durante la temporada festiva. Señala la importancia de poner límites a compromisos que generan sobrecarga, validar las propias emociones sin compararlas con las de otros, mantener rutinas básicas de autocuidado, buscar espacios de descanso emocional y apoyarse en personas de confianza o en acompañamiento profesional cuando el malestar se intensifica.
En ese mismo sentido, destaca el rol que pueden cumplir amigos y familiares, quienes pueden acompañar escuchando sin juzgar, evitando frases que invaliden como “deberías estar feliz”, respetando silencios y ofreciendo compañía genuina. Para la especialista, muchas veces acompañar no implica animar ni resolver, sino simplemente estar disponible sin forzar el ánimo del otro.
La culpa por no sentirse feliz en diciembre es otro de los sentimientos frecuentes en esta época. Frente a ello, Aguilar es enfática al señalar que no sentirse feliz no es un fracaso personal, ya que las emociones no obedecen al calendario ni a las expectativas sociales. Permitirse sentir lo que aparece, sin culpa, es para ella el primer paso para cuidar la salud emocional.
Desde otra mirada, la psicóloga Elaine Cevallos (@psic_elaine_cevallos en IG) señala que diciembre no solo marca el cierre de un año en el calendario, sino que también activa procesos internos de evaluación personal. Este mes suele confrontar a las personas con lo que se logró, lo que no se alcanzó, lo que se perdió y lo que cambió. Para muchas, este balance no es neutro y despierta culpas, frustraciones, duelos no resueltos y expectativas incumplidas. A esto se suma que tanto el cuerpo como la mente llegan cansados, con menos recursos emocionales para sostener aquello que durante el año fue postergado o evitado.
Cevallos explica que la presión social por ser feliz en estas fechas funciona en ocasiones como un mandato muy fuerte asociado a la alegría, la gratitud y la unión, aun cuando el mundo interno no coincide con esa narrativa. Es ahí donde aparece un malestar adicional: no solo sentirse triste, vacío o ansioso, sino además sentir que no debería sentirse así. Esta presión, señala, invalida emociones legítimas y empuja a muchas personas a fingir bienestar, lo que incrementa la desconexión emocional y el agotamiento psicológico.
Entre las emociones más comunes que aparecen en esta temporada, la psicóloga menciona la tristeza, la nostalgia, la soledad, la culpa, el enojo y la ansiedad. Sin embargo, estas suelen reprimirse por miedo a incomodar o por la creencia de que no tienen lugar en un contexto socialmente definido como festivo. Cevallos advierte que reprimirlas no las elimina, sino que las intensifica, y que muchas veces terminan manifestándose a través del cuerpo mediante insomnio, irritabilidad o llanto.
Las comparaciones familiares y sociales también juegan un papel importante en el malestar emocional de diciembre. Según la especialista, este mes expone comparaciones constantes relacionadas con tener pareja, hijos, estabilidad económica, logros visibles o familias consideradas funcionales. Aunque suelen ser comparaciones injustas y parciales, impactan directamente en la autoestima y en la sensación de valía personal, llevando a muchas personas a medir su proceso con estándares externos que no coinciden con su historia, sus heridas ni sus tiempos reales.
La soledad, incluso estando rodeado de gente, es otro sentimiento que se intensifica en estas fechas. Cevallos explica que no se trata únicamente de presencia física, sino de contención y conexión emocional. Cuando las expectativas de cercanía no se viven de forma genuina, la soledad se vuelve más evidente. Estar acompañado sin sentirse visto, escuchado o comprendido puede resultar incluso más doloroso que estar solo.
Las pérdidas también cobran una fuerza particular en diciembre. Personas, relaciones, trabajos o roles que ya no están suelen reactivarse a través de la memoria emocional, los rituales, las fechas y las ausencias. La silla vacía, el mensaje que no llega o el rol que ya no se ocupa se vuelven recordatorios constantes. El cierre del año suele remover duelos no elaborados y es común que aparezcan tristeza, añoranza y la necesidad de encontrar sentido a lo vivido.
Para ella, diciembre no exige alegría ni fortaleza, sino presencia interna. Escuchar lo que el propio mundo emocional ha venido expresando, incluso cuando durante el año se lo puso en pausa, es fundamental. No todas las emociones necesitan resolverse de manera inmediata; algunas solo piden ser reconocidas. Respetar los límites personales, cuidar la mente y comprender las propias emociones forma parte de un proceso de autocuidado y conciencia emocional.
Cada persona transita estas fechas desde historias distintas y no existe una forma correcta de vivir diciembre, sino una forma honesta. Cuando el malestar se vuelve persistente, recalca la importancia de buscar acompañamiento terapéutico que permita entenderlo sin minimizarlo ni apresurarlo. En ocasiones, sostiene, el mayor acto de autocuidado no es seguir adelante, sino detenerse y sostenerse, entendiendo que cerrar el año no siempre significa celebrar, sino también comprender, soltar y tratarse con mayor compasión.
A nivel general, las especialistas coinciden en que es normal sentirse infeliz o estresado durante las fiestas y que no todas las personas viven esta etapa con alegría. Esta tristeza generalizada es conocida informalmente como “depresión navideña” y responde a diversos factores psicológicos, sociales y biológicos. Las expectativas sociales, la presión por disfrutar y mostrarse feliz, así como la constante exposición a mensajes publicitarios y representaciones idealizadas de la Navidad pueden resultar perturbadoras y alejadas de la experiencia real de muchas personas.
Aunque para una gran parte de la población las fiestas de fin de año son momentos felices, el estrés de la temporada puede generar nerviosismo, agotamiento y deseos de que todo termine pronto. Las imágenes repetidas de alegría navideña pueden convertirse en recordatorios dolorosos de aquello que falta, especialmente para quienes atraviesan conflictos familiares, pérdidas, rupturas amorosas, divorcios, soledad, problemas de salud mental, dificultades económicas o de salud, además del impacto de los días fríos y oscuros.
En este contexto, sentirse deprimido o con un estado de ánimo negativo durante las fiestas es una experiencia más común de lo que se suele admitir y no se limita únicamente a quienes padecen depresión clínica. (F)