De las 635 especies de anfibios registradas en Ecuador el 57% está en alguna categoría de amenaza de extinción (13% en peligro crítico, 23% en peligro, 21% vulnerable). Además, el 12% figura como casi amenazado y el 4% con datos insuficientes. Solo el 27% (168) de especies está fuera de peligro.

Estas cifras impactantes se detallan en la Evaluación de la Lista Roja de especies de anfibios de Ecuador: un enfoque multidimensional para su conservación, publicada el 6 de mayo pasado.

Este estudio casi duplicó el número de especies amenazadas en comparación con la evaluación realizada en 2011. La investigación es el primer trabajo colaborativo desarrollado por la mayoría de especialistas en anfibios del país y contó con el apoyo de instituciones como la Universidad Ikiam, Universidad Técnica Particular de Loja, el Instituto Nacional de Biodiversidad (Inabio) y el Ministerio del Ambiente (MAAE).

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La mayoría de las especies amenazadas se encuentran en el bosque montano andino y el páramo. La expansión de la frontera agrícola-ganadera, carreteras, asentamientos humanos, actividades mineras y petroleras impactan en las poblaciones de anfibios, detalla el estudio. Además, los potenciales efectos sinérgicos con el cambio climático y las enfermedades emergentes (aparentemente responsables de los descensos repentinos) tuvieron especial importancia entre las amenazas.

“Es uno de los trabajos más importantes en la biología de anfibios que se ha hecho a nivel de todo el país. Esta lista es una herramienta valiosa para el MAAE, la Policía Nacional, la Fiscalía y Consejo de la Judicatura para lograr la conservación de las especies y sus hábitats. El MAAE ya declaró esta Lista Roja como oficial para Ecuador”, dice Diego Cisneros, biólogo y docente de la Universidad San Francisco de Quito y que también participó de la evaluación.

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Se utilizaron en total 126 bases de datos y recursos en línea para consolidar el conjunto de datos de los anfibios ecuatorianos. El universo de datos final incluyó 37.328 registros, de los cuales 29.189 estaban ubicados en Ecuador, de un total de 635 taxones (más la rana catesbeiana, como especie invasora), que representan el 100% de las especies reportadas para el país.

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El estado de estas especies y sus ecosistemas es alarmante: “Cuando hablamos de sus hábitats no solo hablamos de bosques sino de hábitats no forestados como los páramos. Hay una expansión bastante desorganizada de la frontera agrícola-ganadera que es muy contaminante a través de plaguicidas y pesticidas”, indica Cisneros.

La salamandra gusano de Villamizar se encuentra en peligro crítico de extinción. Foto: Archivo Museo de Zoología de la Universidad San Francisco de Quito / Carolina Reyes

El estudio revela áreas de alto riesgo ubicadas principalmente en las cercanías de ciudades grandes y medianas como Guayaquil, Quito y Lago Agrio. Las zonas de riesgo medio a alto se encuentran principalmente en las estribaciones este y oeste de la cordillera de los Andes, el norte de la Amazonía y la costa norte.

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En tanto, las zonas de bajo impacto están aisladas y relacionadas con áreas protegidas, bosques inaccesibles y cordilleras en el noroeste de Ecuador, las estribaciones amazónicas de los Andes y el sur de la Amazonía.

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Es preocupante lo que está pasando en el occidente del país. En esta zona la mayoría de ecosistemas naturales están casi totalmente destruidos. Antes se decía que Esmeraldas era la provincia verde, ahora se está quedando sin bosques, humedales, lagunas, manglares. En el Chocó ecuatoriano (entre Esmeraldas, Manabí, Pichincha, Santo Domingo, Imbabura y Carchi) solo están quedando pequeños fragmentos, resquicios. La palma africana está arrasando con bosques naturales”, dice Cisneros.

Las actividades mineras también causan un gran impacto sobre los anfibios incluso en áreas protegidas privadas y públicas, ya que muchas de estas zonas están concesionadas a empresas que extraen metales como oro y cobre.

La minería no solo es que se bajan la montaña, sino todos los desechos que contaminan el aire y el agua especialmente. Los anfibios son muy sensibles a los cambios químicos del agua y justo donde hay minería son las zonas donde mayor diversidad de estas especies hay”, afirma Cisneros.

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Uno de los objetivos del estudio es que haya un documento oficial que clarifique los criterios para que las autoridades impulsen la conservación de los hábitats. (I)