Las mascotas son parte esencial de nuestras familias. Son nuestra compañía, nos dan apoyo emocional, nos enseñan de responsabilidad y, sobre todo, de amor incondicional.

Aunque desearíamos que vivieran para siempre con nosotros, lamentablemente su tiempo de vida es más corto que el de nosotros.

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Por ese motivo, ante el deterioro en la calidad de vida del animalito, muchos dueños de mascotas se enfrentan a la decisión más difícil de su tenencia: la eutanasia.

La palabra eutanasia significa literalmente ‘buena muerte’. Proviene de los términos griegos eu (bueno) + thanatos (muerte). El Diccionario de la lengua española la define como una muerte sin sufrimiento físico, cuando no hay una perspectiva de cura.

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Por eso, para muchos especialistas es un acto de compasión, misericordia y amor para aliviar el dolor y el sufrimiento cuando ya no hay nada más que se pueda hacer por nuestro perro, gato o el animalito que nos acompaña.

La familia debe prepararse emocionalmente. Hasta el final, los animales sienten su cariño.

“Tomar la decisión de realizar este procedimiento no debe ser a la ligera. Tiene que analizarse tanto la parte clínica como la parte emocional de la mascota y de la familia, no solo de una persona (el tutor de la mascota), sino de toda la familia”, aclara Fabiola Jiménez, médica veterinaria y máster en Etología Clínica (medicina del comportamiento). Es la decisión que se toma cuando se han agotado todos los tratamientos o las instancias posibles para el bienestar del animal de compañía.

Las mascotas, son miembros de nuestra familia, parte de nuestra vida y, para muchos, la idea de la eutanasia nos parece inconcebible.

Jiménez explica que el veterinario a cargo de la eutanasia debe explicarles a los tutores cómo se hace el procedimiento, qué esperar de las reacciones de la mascota; incluso debe indagar si la familia desea estar presente en ese momento.

“Además, vigilar que el animal esté en un lugar cómodo, cerca de las personas con las que se ha criado, porque hasta en ese momento el animal realmente se da cuenta de que los tutores lo quieren”, dice la especialista. Y, por parte de los tutores, es aconsejable por supuesto prepararse mental y psicológicamente para eso.

El adiós de la familia y otras mascotas

Pensamos que solo las personas que convivieron con la mascota deben despedirse de ella, pero también pueden hacerlo los otros animalitos con los que compartió.

“Lo ideal es que se despidan antes del procedimiento, es decir, que no estén justo en ese momento. Siempre antes, que convivan, que coman juntos por última vez, siempre todo en la medida de lo posible”, sugiere Jiménez.

Una vez que ha pasado el procedimiento y ha fallecido, que las otras mascotas lo vuelvan a ver. Así procesan su muerte.

Jiménez insiste: nunca deben estar presentes en la aplicación de la eutanasia. Porque pasan dos cosas: el animalito que sobrevive se relaciona negativamente con la persona que realiza el procedimiento y porque sufren estrés, depresión, se les bajan las defensas y pueden enfermarse.

Eutanasia por agresividad

Educar a un cachorro requiere mucha paciencia, reglas claras y refuerzos, pero evita problemas de agresividad en la juventud y adultez.

Los médicos no solo aplican la eutanasia según la calidad de vida actual de la mascota y su pronóstico médico. “Dentro de la reglamentación de tenencia de animales, por parte del Municipio, hay un artículo que tiene que ver con la eutanasia cuando hay animales que han causado ataques muy severos”, indica Jiménez.

Se refiere a casos en los cuales los tratamientos conductual, psicofármaco, modificación de conducta, enriquecimiento ambiental (es decir, todo el paquete etológico) no han logrado mitigar o disminuir el nivel de impulsividad del perro (en la mayoría de los casos) o el gato.

Son casos complejos, deja ver Jiménez, porque dependen del tipo de agresividad del animal de compañía y no todos justifican la eutanasia.

Este perro tiene su origen en la antigua Roma y aunque estéticamente parece un perro agresivo, su carácter recoge cualidades como la lealtad, paciencia y obediencia. Imagen: toma de Pexels.

“No todas las agresividades son iguales; no tienen el mismo origen o causa. Por ejemplo, la agresividad predatoria se refiere al estado más puro, como un animal silvestre. Es la más difícil de rehabilitar”, indica la médica. Es el caso más complicado para hacer que una mascota se vuelva manejable, sociable y estable. Ahí se tiene que analizar el daño que puede causar el animal versus lo que se puede intentar hacer por él.

Luego está la agresividad maternal, que es natural de la fisiología del animal por su condición; también la agresividad por miedo. Incluso la agresividad territorial. “Si una persona ingresa a una casa sin autorización del dueño y es atacado por el perro que está dentro, ese animal está protegiendo su espacio. En este caso, el tutor está exento de multas y demás”, señala Jiménez. “Siempre se tiene que analizar qué pasó, cuál es el antecedente del animal, cuántas veces ha presentado agresividad, qué tipo de conducta ha presentado todo el tiempo, si es impulsivo, si el blanco de ataque es el mismo siempre. Todo eso hay que investigar primero para analizar si una mascota es candidata a la eutanasia por agresividad”.

Reflexión final

“Siempre la decisión que se tome sea por el bienestar del animal de compañía, en su beneficio. Porque nos han acompañado, nos han dado lo mejor. Un acto de amor también es ayudarlos a descansar en paz. Liberarlos del dolor, de la enfermedad, del malestar”, puntualiza Jiménez. “No tenerlo sufriendo simplemente porque me da pena no decidir la eutanasia, porque termina siendo un acto de egoísmo, porque es por mí, porque me da pena a mí, pero no estoy viendo que efectivamente mi mascota necesita desc