A los 29 años, Javier Neira canta distinto. No porque haya cambiado su voz, sino porque ahora sabe desde dónde quiere expresarse. Después de más de una década en la música, con canciones en los primeros lugares de iTunes Ecuador, premios, giras y colaboraciones con artistas internacionales, dejó de hacer lo que “podía pegar” y empezó a hacer lo que realmente sentía.

Ese giro lo llevó a repensar su lugar como artista: “Este proyecto me removió cosas... lloré, me reí, tuve dudas. Pero es el más honesto que he hecho”, dice. La canción que marcó ese punto de quiebre se titula Para el nuevo y nació desde una idea que le dio vueltas una madrugada. Lejos de sonar irónica o dolida, el tema es una carta sin rencor y aunque lo que canta parece dedicado a una ex, está dirigida a su actual pareja.

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“Yo se la hice a ella, pero ojalá nunca se la tenga que dedicar”, le dijo a Meli Pérgola, diseñadora ítalo-ecuatoriana con quien mantiene una relación desde 2021.

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Lo que siguió fue un proceso de exploración. La primera versión tenía tintes de balada, luego coqueteó con lo urbano y pasó por varios géneros hasta encontrar su forma final: una mezcla de blues con requinto ecuatoriano. “Yo le dije a David Cañizares, el productor: quiero meter un requinto. Él me decía: ‘pero blues con requinto…’. Y yo: ‘sí, dale”.

El requinto lo grabó Marcelo Sánchez, músico de los Hermanos Miño Naranjo. No hubo indicaciones ni arreglos previos. “Le dijimos: Marcelito, fluya. Solo le mandamos la canción. Y cuando escuchamos lo que mandó, con David casi lloramos. Yo no sé si esto es un género nuevo o algo que ya existe, pero no he escuchado nada que suene así.”

A pesar del entusiasmo, las dudas aparecieron. “Yo decía: ¿será que mejor le quitamos el requinto?, ¿será que la gente no la va a entender?”.

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El temor no era técnico, era de identidad. “Yo decía: ¿Esto que estoy haciendo es suficiente? ¿Esto suena a Ecuador o suena raro?”. Lo conversó con su equipo, con su pareja, con amigos. “Sentía que estaba haciendo algo distinto, pero no sabía si la gente iba a estar lista, si iba a gustar”.

En ese punto llegó una coincidencia. Javier viajó a Bogotá para ver a uno de sus referentes: el estadounidense Teddy Swims. “Yo estaba escuchando Teddy todo el tiempo. Me inspiraba su forma de vestir, los colores que usa en sus portadas, el tipo de sonido.”

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El viaje fue caótico. Cancelaciones, papeles perdidos, filas eternas. Su novia casi no pudo volar. Él estuvo a punto de quedarse: “Fue uno de los peores días de mi vida. Yo decía: no puede ser”. Pero algo le dijo que insista. “Mi papá me dijo: ‘si todo se complica, tal vez es una señal para que no vayas’. Pero algo dentro de mí decía que sí. Que tenía que estar ahí”.

Horas después, bajando las escaleras del aeropuerto de Bogotá, se lo encontró. “Ahí estaba él, parado con su mochilita. Me le acerqué, le pedí una foto, y le dije que era artista. Le conté que había hecho una canción. Y que me encantaría que la escuche.” Se la mostró desde su celular. Teddy la escuchó. Comenzó a mover la cabeza. Y sin decir nada, sacó su teléfono. “Yo pensé que iba a anotar algo. Pero abrió su Instagram y me dijo: ‘Necesito seguirte’. Y me siguió ahí mismo”.

Luego preguntó: “¿Qué es esa guitarra?”. Javier respondió: “Es un requinto. Es nuestro”.

“Lo que más dudé fue lo que más le gustó al tipo que es el número uno en este género”, dice emocionado: “A veces no valoramos lo nuestro y tiene que llegar alguien externo a hacernos valorar lo nuestro”.

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El origen de la letra de Para el nuevo, de Javier Neira

Para el nuevo nació al imaginarse un escenario que nadie (con pareja) quiere pensar. “Me pregunté qué le diría al hombre que estuviera mañana con la mujer que amo hoy. No para competir, ni para hacerme notar, sino para decirle lo que ella merece”.

Esa idea se convirtió en una herramienta de sinceridad. Una especie de ensayo emocional que terminó dedicando a su pareja, como una advertencia amorosa que espera no tener que usar nunca.

“Yo soy impuntual. A veces dejo el celular sobre la mesa cuando estamos juntos. No es que no me importe, pero uno se va olvidando de ciertas cosas. Y ahí es donde la música puede ser un recordatorio.”

Así se fueron armando los versos. No hubo metáforas rebuscadas ni líneas de laboratorio. Salieron del día a día. La reacción del público le confirmó que había conectado. Mujeres que le dijeron que era la canción que siempre quisieron escuchar de una expareja. Hombres que reconocieron haberse equivocado. “Solo traté de escribir algo que dijera lo que, por orgullo o por miedo, casi nunca se dice.”

¿Cómo era el Javier de antes?

Yo siento que sigo siendo el mismo. Tal vez “inmaduro” sería una palabra. Porque en el fondo soy exactamente el mismo niño que empezó a cantar a los 7 años, pero ahora por fin tengo un propósito. Antes uno busca cosas como fama, reconocimiento. Hoy no. Si llega, que tenga sentido. Me dieron un premio hace poco y me puse a pensar: “¿Qué voy a decir ahí?”. Lo que dije fue que los artistas debemos dejar de copiar a todo el mundo. Ya hay un Bad Bunny, ya hay un Feid, ya hay un Juanes. Nosotros necesitamos crear nuestros propios referentes.

¿Qué responsabilidad sientes como artista?

Grande. A veces me piden fotos niños. Y yo no pienso “qué tierno”, pienso: “qué responsabilidad”. La música mueve cosas en la cabeza de la gente. Y si entendiéramos eso, tal vez nos esforzaríamos más en decir cosas que valgan la pena.

¿Cómo nace tu sonido?

Yo escucho música ecuatoriana. Me encanta lo que están haciendo. Yo soy cuencano, crecí con pasillos, albazos, sanjuanitos. Mi mamá es guayaquileña, entonces tengo también ese sabor. Desde ahí viene mi música.

¿Algo que decirle a las nuevas generaciones de artistas?

Que confíen en su sonido, hagan música con corazón. El talento ya lo tenemos. Lo que falta es ponerle corazón ecuatoriano. Así como Shakira siempre menciona a Colombia o Juanes usa sonidos de su tierra, nosotros tenemos que encontrar esa identidad. No hay que copiar. No hay que tener miedo. Yo vine a confiar en mí a los casi 30 años. Ojalá otros lo hagan antes. A veces las respuestas más claras llegan cuando se deja de correr y Javier lo sabe bien. No está buscando sonar como nadie, ni llegar primero, quiere que su música tenga alma y corazón. Y en ese plan, su futuro artístico no es una meta, es una consecuencia de su trabajo duro.

La vuelta de la esquina

Javier ha dicho que es un romántico, sin embargo, él no estaba en plan de buscar a nadie. Llevaba cuatro años soltero y había llegado a ese punto en que la soledad le sabía bien. Entrenaba, componía, trabajaba con disciplina.

“Estaba enamoradísimo de mi soltería. Me caía bien. Me disfrutaba solo. No quería tener novia. Es más, yo repelía todo lo que tuviera que ver con noviazgos”. Él solo quería trabajar, hacer música y quedarse tranquilo. “Yo dije: voy a ser el tío artista. Ese era mi plan”. Pero algo cambió con un like. Meli apareció en un video de un amigo. Él reaccionó.

Ella lo notó. Empezaron los likes cruzados, las historias vistas, los mensajes indirectos. Hasta que ella se atrevió. “Yo puse algo de que me quería tatuar, y ella me puso: ‘Por dos, yo también me quiero tatuar’. Y ahí dije: ‘Si no le respondo, ya soy un idiota’”.

Esa noche hablaron hasta las cuatro de la mañana. Lo que parecía una conversación casual se volvió un mar de coincidencias: sus papás se habían casado el mismo día, compartían nombres familiares, gustos musicales, recuerdos similares. Cuando ella le mandó la ubicación para verse, él se quedó en silencio: vivía a la vuelta de su casa.

“Nos vimos ese mismo día. Ella bajó las escaleras, se subió al carro y yo dije: va a ser mi novia. No sabía cómo, pero lo supe. No se lo dije de una porque iba a parecer un loco, pero lo pensé todo el rato”. Al día siguiente, él la invitó a una boda. Ya en plena fiesta recibió una llamada de su mejor amigo que lo descolocó. Le preguntó si estaba sentado. Cuando Javier respondió que sí, le soltó la bomba: Meli era prima del novio. “Estaba llevándola como invitada a la boda de su propio primo y no tenía idea. Me enteré recién cuando ya estábamos por ir”. Después de ese fin de semana, Meli regresó a Italia. Dos semanas después, tomó una decisión inesperada.

“Le escribió a su jefa y le dijo: ‘Ya no me regreso’. La jefa le decía que le subía el sueldo, que no se fuera, y ella le respondió: ‘Ya no me regreso’. Y volvió”. Él nunca se lo pidió. “Había algo ahí. Suena loco, pero no me pareció loco. Me pareció natural. Como si todo ya estuviera decidido antes”.

Ella ha sido una figura muy importante en su carrera: “Yo le canté algunas canciones que tenía guardadas. Y me dijo: ‘Eres un estúpido’. Le pregunté por qué. Y me respondió: ‘Esto eres tú. ¿Por qué no sacas estas canciones? Esto es lo que quiero escuchar de un artista. Esto es lo que tú eres’”. Y con eso no tuvo más opción que arriesgarse.

¿Sueñas con ser papá?

Desde que tengo como 12 años. Siempre. Yo decía: cantante y papá. Y se reían. Pero es verdad. Meli lo sabe desde el principio. Al inicio me dijo que no quería ser mamá, pero después me dijo que desde que me conoció le dieron ganas de ser mamá. Yo hago la música que hago porque me imagino que mis hijos la van a escuchar. Quiero que puedan hacerlo sin que yo tenga que explicarles nada. (E)