La experiencia de pisar por primera vez una ciudad puede ser un momento memorable. No puedo olvidar caminar en la noche de mi primera estadía en Roma por una calle estrecha y oscura donde al fondo se veían unas luces y se escuchaban violines con música de Vivaldi. En breves minutos lo que deslumbró mis ojos me puso la piel de gallina: la majestuosa plaza Navona con su centenaria fuente de mármol en el centro, rodeada de jóvenes turistas, algunos arrullándose con la magia del lugar.

Esos momentos que pueden marcar nuestras vidas a veces no tienen fronteras. Y de repente descubrimos a Kaunas, en Lituania, una ciudad de 300.000 habitantes que la han convertido en un centro turístico de enorme interés por las estrategias urbanísticas desarrolladas en los últimos años. La ciudad tiene también su patrimonio histórico, pero es realmente su arte callejero lo que le significó la designación como capital cultural de Europa en este año.

Me traslado a mi entorno guayaquileño y veo la resurrección de la calle Panamá, con su amplia vitrina gastronómica y los cafés al fresco circundando el nuevo Museo del Cacao y en las fachadas los murales de varios artistas. Es como una Guayaquil de antaño, que antes se vivía en la calle 9 de Octubre y que tiene que ser la semilla para un desarrollo en otros sectores. Si esa iniciativa de la Empresa Pública Municipal de Turismo se pudo lograr con el empuje de Gloria Gallardo y el apoyo de la Alcaldía, los sueños pueden —y deben— cumplirse. (O)