Para los que vivimos el surgimiento de los Beatles desde Guayaquil en esos dislocados años sesenta, una época donde la comunicación virtual solo era un fenómeno en las películas de ciencia ficción, es casi imposible seguir la ilimitada variedad de exposiciones que los cantantes de hoy traen a internet y ni decir lo que TikTok puede lograr con sus flashes inmediatos. “Vivimos otra era”, ok, y que nadie se queje. Entonces alguien como Billie Eilish a sus 19 años se puede juntar con la prodigiosa batuta del venezolano Gustavo Dudamel en una fusión muy esperada.

Para mí nunca ha existido una línea divisoria entre la experiencia de sentir en mi corazón las notas musicales de las más dispares procedencias. Eso de la música académica es un calificativo que en nuestra época se conecta a los “grandes maestros” como Bach, Beethoven, Mozart y más. Pues con ellos estoy, de la misma manera que me conecto al jazz de John Coltrane, o Billie Holiday o Miles Davis. Y la lista podría ser interminable. No puedo desligarme de los sonidos del compositor contemporáneo Philip Glass trabajando con rockeros como Beck.

Cuando el álbum Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band, de los Beatles, llegó a mis oídos en 1967, la experiencia fue como de un antes y después. Desde la carátula, donde los creadores aparecían con las figuras que habían definido aquellos tiempos. E independiente de los extraordinarios arreglos musicales, estaba la letra de unas canciones que algunos críticos compararon con las de los poetas. ¿Las Billies de ahora qué nos traerán? (O)