En el canto 19 de La Odisea hay una escena que puede pasar inadvertida en un primer momento. Odiseo, más conocido como Ulises en la versión latina, ha llegado finalmente a Ítaca y ha optado en un primer momento por no revelar su identidad. Su familia no parece reconocerlo luego de diez años de ausencia, por lo que es tratado como un forastero. Dada su precaria situación y físico, su esposa, la fiel Penélope, pide a la servidumbre que cuiden de este extranjero y que le faciliten su aseo; después de todo, ella sí le nota un parecido con Ulises. Pero a un punto una de las criadas del palacio, una anciana que fuera la nodriza de Ulises, mientras bañaba con la mano una de las piernas del visitante cae en cuenta de una cicatriz que este llevaba, con lo que da un salto de alegría al descubrir que se trataba del propio Ulises que había regresado. Era una marca que lo hacía inconfundible. (Se trataba de una herida que había sufrido su amo durante una cacería de jabalíes cuando era aún un niño y estas excursiones con su padre comenzaban a marcar su tránsito a la adolescencia) Ulises tiene que admitir su identidad, pero le pide a la anciana que guarde su secreto, pues tenía un plan que requería su anonimato por unos días más.

La escena es una de las mejores lograda de Homero por su ritmo, poesía y, especialmente, por su simbolismo. (¿Hay señas que llevamos marcadas en nosotros que nos hace únicos e inconfundibles y que por mucho que pretendamos ocultarlas no podemos borrarlas? ...) Este extracto de La Odisea –conocido en la literatura como "la cicatriz de Ulises– es el primero de muchos otros escrito por diversos autores y que sirve de introducción a Erich Auerbach para su impresionante libro Mimesis. La representación de la realidad en la literatura occidental (traducción de Ignacio Villanueva y Eugenio Ímaz. Fondo de Cultura Económica de España Madrid. 2017, 557 páginas).

El libro fue expandido en la edición en inglés en 2003 para incluir un ensayo introductorio de Edward Said y una respuesta de Auerbach a sus críticos. A lo largo de sus páginas el autor transcribe escenas o párrafos de varias obras de la literatura occidental con su respectiva traducción (al español, en la edición que comentamos) para luego realizar un análisis literario de ellos.

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Aparte de la mencionada escena de La Odisea –sobre la que Auerbach tiene una especial interpretación–, el libro incluye extracto de las obras que van desde Petronio, Dante, San Agustín, Boccaccio, Shakespeare, Voltaire, hasta Stendhal, Balzac, Flaubert y Proust, entre otros. Es, sin duda, uno de los recorridos más interesantes e intensos que se haya hecho a lo largo de la literatura occidental.

El autor realiza un análisis comparativo y de carácter interdisciplinario, poniendo en contexto el autor y su obra, para buscar ese hilo conductor anunciado en el subtítulo de su libro, la representación de la realidad por parte de la literatura; una suerte de aventura epistemológica desde los ojos de la imaginación literaria. Un verdadero clásico de la crítica literaria cuya lectura recomendamos.

El libro puede adquirirse vía Internet con la casa editorial o en las principales librerías de España. (O)