La buena alimentación es el denominador común para llegar casi al siglo de vida lúcidamente. Así lo aseguran Washington Beltrán, de 93 años, y María Teresa Chiquito, de 92. Cada uno comparte sus estilos de vida y su buena energía para motivar a las nuevas generaciones, que la vida no se termina pasando la tercera edad.

Adaptarse a la nueva realidad en cuanto a la comunicación no ha sido la excepción para ellos, desde sus casas se conectaron vía Zoom, aunque también están ansiosos de retomar sus actividades de distracción.

Beltrán, nacido en Babahoyo, cuenta que una de sus bases en la alimentación han sido los mariscos, entre ellos el pescado, y ha evitado el cigarrillo y el alcohol, aunque este último durante una reunión no ha sido la excepción. Llegó a Guayaquil a los 18 años.

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Tiene una hija, Carmen, de 46 años, con quien vive. Tiene dos nietos. Mantiene una muy buena relación con ellos. De su esposa, que tiene 87 años, él se separó, pero mantienen comunicación.

Carmen complementa que en cuanto a la alimentación es muy variada y aunque le gusta comer dulces “es algo que nunca se le ha quitado”... Obviamente siempre lo ha hecho en toda su vida, tener limitaciones: si va a comer algo dulce, en porciones pequeñas... “Siempre he tenido una alimentación equilibrada en ese sentido”, señala, y agrega que “toma bastante líquido”. Su alimentación siempre fue de casa y como parte de su rutina, él hacía siesta.

Washington (i) comparte con uno de sus amigos. Foto: Cortesía

En su estilo de vida también estaba incorporado el ejercicio, ya que el haberse desempeñado como recaudador en el día hizo que se mantuviera activo. Con el paso de los años sumó la actividad física en la bicicleta estática.

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En su época de actividad laboral, además de recaudador en Guayaquil Yacht Club, también se desempeñó como barman en la noche. Antes de ello, a los 18 años ya tuvo su propio negocio, a la altura del hotel Oro Verde. Su primer trabajo fue en el Tenis Club, como administrador en el área social. En términos generales trabajó hasta los 70 años aproximadamente.

Consultado si tiene alguna enfermedad, responde: “Estoy bien de salud”. Su hija cuenta que fue sometido a un cateterismo al principio, en total fueron seis, cuando aproximadamente tenía 80 años, y salió muy bien del procedimiento. Fue algo que le preocupó, pero los resultados fueron positivos.

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Beltrán actualmente es parte del club rotativo para adultos mayores Novavida, en donde realiza actividades para mantenerse activo y prevé retornar muy pronto. Antes de la pandemia iba tres veces por semana. Y cuando la crisis sanitaria empeoró asistía de manera virtual, pero desde la playa, adonde lo llevó su hija, para de esta manera cuidar la salud de él, sin embargo, pausó las actividades online.

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Carmen comenta que aunque su papá no tuvo una preparación de tercer nivel, fue muy hábil en aprender la tecnología, por lo que no fue complicado adaptarse a las actividades que se realizaban en línea. “El cambio no le afectó mayormente a él porque tiene una personalidad tranquila, entonces él se adapta fácilmente a los cambios, aunque eso no significa que no le haga falta el contacto físico con sus compañeros. Él sí me ha dicho: ‘Ya quiero regresar’...”, relata.

Contar con sus padres con la edad que tienen es para Carmen “una bendición”. “Mis dos padres están así, lúcidos y activos, porque ellos se pueden defender por sí mismos. En el caso de mi papi, hace las cosas más lentas, pero si él desea un sánduche, él mismo se lo prepara, si desea un cafecito, él mismo va y se lo prepara. Él no está esperando que alguien le sirva. Entonces ver eso a mí me da una motivación a continuar con el ejemplo de él, en el sentido de tener una vida tranquila, sana, ejercitarse... Tiene esa fuerza mental de no querer dejarse caer, no dejarse ahí porque ‘ya estoy viejito’...”, afirma.

Asimismo cuenta que como su padre está lúcido se hacen bromas, conversan. Cita como ejemplo una pregunta que siempre le hace: “¿Papi, cómo se llama?”. Y él responde: “Pepe Julián” a modo de broma. “(Le digo) el día que usted no me responda Pepe Julián me voy a preocupar. Entonces realmente es algo que no sabría decirlo con palabras el poder tenerlo a mi papá aquí al lado mío aún y con buenas condiciones. Él transmite mucha paz, mucha tranquilidad”, señala.

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Beltrán recomienda a los jóvenes “no fumar, no beber licor, caminar y caminar”.

‘Yo como de todo, a mí nada me hace daño’

Chiquito nació el 7 de agosto de 1929. Cuenta que estudió en la ciudad hasta cuando tuvo 12 años, luego su padre la envió a un internado en Estados Unidos, en donde estuvo cuatro años. A su regreso se enamoró y se casó a los 18, para lo cual necesitó de un tutor, porque su padre se encontraba de viaje.

Dice que ahora ve a sus nietas de la edad que ella tenía cuando contrajo matrimonio y se da cuenta de que son unas niñas y se pregunta: ¿En qué pensaba yo?”. Fruto de su matrimonio tiene seis hijos, once nietos y ocho bisnietos. Cree que su vida ha sido muy tranquila incluso con la maternidad. Enviudó a los 40 años. Se dedicó a ser ama de casa y a la crianza de sus hijos, y aprendió a coser para sus hijas. Se entretenía pintando cuadros y ayudaba a su esposo con las cuentas de la oficina.

Uno de los factores que han influido para mantenerse lúcida y radiante, considera que es la alimentación, porque antes era más sana, en la cual las legumbres eran la base. “En realidad para la edad que tengo, no tengo una enfermedad grave, claro la presión que es normal a esta edad y también problemas en las rodillas que se me desgastaron y tuve que hacerme operar, ponerme prótesis, pero de ahí no es que soy diabética...”, cuenta.

“Yo como de todo, a mí nada me hace daño, entonces yo digo que ha de ser la alimentación de antes, es lo único”, reitera.

Además de la alimentación, considera que “la mano de Dios” se ve mucho en su vida. “Yo sin él no hubiera podido avanzar nada... Y hasta ahora tengo la mano de Dios, porque mis hijos no son millonarios, pero tienen una vida estable, cada uno tiene su profesión...”, indica.

María Teresa en unas de las actividades. Foto: Cortesía

Relata que antes de cambiarse de lugar de residencia tenía una vida más activa, incluso conducía, a ello se suma que le empezaron a molestar las piernas. Cuenta que sus hijos le recomendaron que ya no manejara para precautelar su seguridad. Vive con sus dos hijas y una nieta.

Actualmente dice que no puede realizar muchas actividades porque tiene temor por las rodillas. “No es que es una cosa que me moleste, sino temor a que me vaya a saltar (la prótesis)”, afirma Chiquito, quien también asiste a Novavida.

En la actualidad, considera que los jóvenes tienen otra vida y ya no es como antes. “Uno se sentaba a la mesa y comía lo que le daban; ahora, ‘yo no quiero esto, yo quiero pollo, yo quiero pescado’ y más que nada ingieren comida chatarra... Prefieren una hamburguesa, una pizza y la comida no. Uno tiene que alimentarse...”, sostiene.

Para María Teresa el cambio de lo presencial por lo virtual no ha sido de su agrado. “Porque tenía que estar ‘mírame esto’. Yo tengo mi celular, pero no me doy la molestia de contestar ni (de ver) mensajes, no me interesa, no me interesa...”, señala.

Acostumbrada a una vida social activa, debido a la pandemia dice que está “enclaustrada”, porque así como a ella, los hijos de sus amigas también les pidieron no salir para no contagiarse de COVID-19, por lo que ha salido en muy pocas ocasiones.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos, en la proyección de población por años en edades simples, periodo 2010-2020, y tomando cifras del 2020, hay 35.851 personas que tienen entre 90 y 100 años. (90 años, 8.347; 91, 6.782; 92, 5.430; 93, 4.269; 94, 3.309; 95, 2.514; 96, 1.875; 97, 1.370; 98, 985; 99, 689; y 100 años, 281).

La vida con más de 110 años

Para su 118.º cumpleaños, Lucile Randon, más conocida como la hermana André, desea “morir pronto”, pero mientras tanto esta mujer deja siempre su puerta abierta por si alguien quiere pasar a saludar, según la agencia AFP, que también recoge varios testimonios de franceses que pasan de los 110 años.

Una cama individual, una virgen y una radio apagada desde hace meses... En su habitación, la mujer, preocupada por la marcha del mundo, se limita a esperar, sentada en su silla de ruedas, con la cabeza gacha. Con los ojos, que ya dejaron de ver, cerrados, quizás piensa, reza, dormita. La hermana André, de rostro delicado y memoria abismal, se presenta siempre vestida de monja, con un velo azul.

Hermana André, Lucile Randon. Foto: AFP

Su jornada empieza pronto. “A las 07:00 me levantan y me sientan a la mesa”. A continuación, la trasladan a la capilla, donde Lucile Randon, que tomó el hábito con más de 40 años, escucha el oficio cada mañana. “Es terrible no poder hacer nada sola”, se queja esta mujer que trabajó hasta finales de los años 70 y que cuando tenía 100 años se ocupaba aún de residentes más jóvenes que ella. Pero conserva lo más bonito, a su juicio, el contacto con los demás. “Me alegra cuando vienen a hacerme compañía, como David. David es un encanto, ¿lo conoce?”, dice con la mano enlazada a la de su confidente.

David Tavella, animador en esta residencia de ancianos de Toulon (sureste de Francia) a orillas del mar Mediterráneo, es también su responsable de prensa, que gestiona las solicitudes de periodistas de todo el mundo. Y los regalos y cartas. El presidente francés, Emmanuel Macron, su 18.º jefe de Estado, envió por escrito a la anciana sus mejores deseos para 2022, que concluyó con un “muy respetuosamente” para la ocasión.

Hasta 122 años

Lucile Randon, nacida el 11 de febrero de 1904 en Arlés (sur), es de hecho la decana de los franceses y de los europeos, superada en el mundo únicamente por la japonesa Kane Tanaka, de 119 años. Eso que se sepa. En el pasado, ya ocurrió que personas aún más mayores terminaron sacudiendo los datos de la base científica IDL (International Database on Longevity), tras darse a conocer por el libro Guinness de los Récords.

Cuando se trata de la esperanza de vida, se cita a menudo Japón o las “zonas azules”, regiones remotas de Cerdeña (Italia), Grecia o Costa Rica que cuentan con un gran número de centenarios. Francia, menos. Sin embargo, en la turística Provenza francesa vivió Jeanne Calment, la persona que vivió más tiempo en la historia de la humanidad y cuyo estado civil pudo validarse. Murió en Arlés en 1997, a los 122 años.

André Boite también vive en el sur de Francia. A sus 111 años es uno de los pocos hombres del mundo “supercentenarios” (más de 110 años), sigue residiendo en su casa en Niza y le gusta vestir traje con chaleco.

Según la oficina de estadísticas Insee, unos 30.000 centenarios viven en Francia y 40 superan los 110 años. En el mundo había medio millón de centenarios en 2015, según la ONU, que proyecta 25 millones para 2100.

Pero ¿cómo viven su longevidad?

Esperando la muerte

Cuando se le recuerda a Hermine Saubion que tiene 110 años, responde: “Aguanto”. La supercentenaria acaba de despertarse de una siesta en su silla de ruedas a la entrada del restaurante de su residencia de ancianos en Banon (sureste), pueblo situado entre colinas pobladas de robles y pinos. Su bello rostro cobra vida, aparece una gran sonrisa, una mirada intensa. La mujer no tiene problemas de salud, sino incapacidades físicas y una sordera severa que la aísla.

Solo entiende fragmentos de oraciones, pero no renuncia a su vida en sociedad. Cuando Annick, otra residente del centro donde vive desde hace dos años, pasa cerca, le grita: “¡Vamos, siéntate!”.

Hermine Saubion. Foto: AFP

“Si se queda demasiado tiempo sola en un lugar, no duda en manifestar su disconformidad”, confirma Julien Fregni, un trabajador social.

Esta marsellesa, que conoció un gran amor antes de cuidar a su madre viuda, nunca buscó la longevidad, solo llegó. Al igual que su hermana Emilienne, de 102 años, otra centenaria de la residencia.

La hermana André tampoco tiene problemas de salud, más allá de la rigidez muscular y articular ligada a su inmovilidad y toma muy pocos medicamentos al día, sin duda “uno de sus secretos de longevidad”, según su médica Geneviève Haggai-Driguez.

Sobrevivió sin problemas al COVID-19, que le provocó un poco de cansancio. “Cuando hablamos con ella, asegura: ‘De todas formas, tuve la gripe española’”, explica la doctora.

Los especialistas constataron de hecho que los ancianos nacidos antes de la epidemia de gripe española de 1918 resistieron mejor al COVID-19 que los nacidos después.

No muy lejos, en Valréas, vive Aline Blaïn, una exmaestra de 110 años. Autoritaria y dulce a la vez, a esta “estrella” de su residencia le gusta hojear la revista Paris Match. “Lo más importante para mí es la visita de mi hija, de las pequeñas”, asegura. A sus 76 años, su hija Monique cuida de ella casi diariamente.

Aunque se muestran resistentes, estas personas han visto desaparecer a muchos a su alrededor y ya no tienen a nadie con quien compartir su historia de vida.

A Aline Blaïn le gustaría que se olvidaran de su edad. “De todas formas, ya no tengo edad”, asegura.

Aline Blaïn tiene 110 años. Foto: -- NICOLAS TUCAT

Sobre la muerte, hablan sin tabú, es su día a día. “Esperamos”, asegura Hermine. “Esperamos el final, la muerte, que un día llegará”.

La hermana André se siente preparada. “Pasar todo el día sola con tu dolor no es divertido”, pero “Dios no me escucha, debe estar sordo”.

Pasión y coquetería

La ciencia no ha logrado todavía desvelar el secreto de esta longevidad. “No tenemos ninguna certeza, sino hipótesis”, asegura Jean-Marie Robine, demógrafo y gerontólogo.

El experto cita la riqueza económica, la democracia “e incluso la socialdemocracia”, los factores nutricionales con “dos grandes regímenes alimentarios: el japonés (pescado, verduras) y el mediterráneo”. A todo esto se suman las características propias de la persona, los genes o la ausencia de genes vinculados a factores de riesgo.

“Jeanne Calment cumplía todos los requisitos de longevidad. Tenía un estilo de vida impecable. Empezó a fumar a los 25 años, pero solo un cigarrillo al día, y bebía un dedo de oporto por la noche”, explica Catherine Levraud, jefa de geriatría del centro hospitalario de Arles.

Daniela S. Jopp, profesora de Psicología del Envejecimiento de la Universidad suiza de Lausana, cita también “el optimismo”, que está vinculado a “mecanismos del sistema inmunitario”.

En sus estudios en centenarios de Alemania y Estados Unidos, la investigadora encontró rasgos comunes: son extrovertidos, tienen carisma, disfrutan de las relaciones sociales, tienen pasiones, son capaces de dar sentido a la vida y saben adaptarse.

Hermine Saubion. Foto: -- NICOLAS TUCAT

La coquetería podría ser otro para Hermine, que exige bonitos peinados como sus dos moñitos que llama cariñosamente “los cuernos del diablo”, y para Aline, que pide vestidos y chalecos que combinen.

Porque, como dice la hermana André, lo más importante en la vida es “compartir un gran amor y no ceder en cuanto a sus necesidades”. (I)