Corea-Japón 2002. Así se denominó el primer Mundial compartido entre dos países anfitriones. Una locura, sin embargo, la eficiencia, la responsabilidad y el sentido de organización asiáticos compusieron un torneo fantástico. Nada descarriló. Fue más eufórico el público coreano, seguramente por su inédito arribo a semifinales, muy ayudado por los arbitrajes, eso sí. Joseph Blatter, presidente de la FIFA, le había prometido el Mundial a Japón varios años antes, y la patria de Hiroito se lanzó a construir grandes estadios, pero, a medida que se fue acercando la elección de la sede, Blatter se percató de que la mayoría del comité ejecutivo estaba volcada hacia Corea del Sur, el otro postulante. Ya casi con la votación encima y viéndose claramente derrotado, el suizo debió casi implorarle al Dr. Chung Mong-joon, presidente de la asociación coreana y dueño de la Hyundai, que aceptara compartir el Mundial.