Tremendo contrasentido: acaso el mejor partido en lo que va de la actual Libertadores terminó en blanco: Independiente 0, River 0. Nos recordó un sensacional Chile 0, Argentina 0 bajo lluvia torrencial en la Copa América de 1991 en Santiago. A ese le faltó, aunque más no fuera, un gol, tuvo todo lo demás, destiló raudales de emoción. Este del miércoles en Avellaneda se pareció bastante: dos excelentes equipos jugando a fondo, hacia adelante, con velocidad de vértigo, generando espacios, preciosas combinaciones y riesgo tupido frente a los arcos.