Nuestro invitado

Resulta una constante que el guayaquileño vota distinto que el resto del país. 
Más curioso es aún cuando el voto guayaquileño no solamente lo es del que nació aquí, sino de una gran mayoría que viene de las distintas regiones del Ecuador.

Sabemos que quien nació acá tiene su vocación autosuficiente desde antaño, por los piratas, las múltiples fundaciones de la ciudad, los incendios, las plagas y demás. Eso forjó la estirpe guayaca en luchadora, emprendedora y, sobre todo, autosuficiente. Guayaquil, por naturaleza, se fraguó independiente, para los beneficios y para las cargas, su institucionalidad así lo refleja: su Junta de Beneficencia, su propio Cuerpo de Bomberos, su Voluntariado, sus cámaras. Ello solo evidencia que esta ciudad se ha autoatendido, no desde ahora ni desde hace unos cuantos años, sino desde siempre, por esencia propia.

¿Cómo se imbuyen en la misma idiosincrasia quienes vienen de otras plazas a radicarse en Guayaquil? Es al revés: el que migra a Guayaquil viene precisamente porque cree en esta forma de vida y busca un lugar donde expresarla, es la típica estirpe del migrante ecuatoriano esforzado que se ha ido a otros países.  Busca el gran sueño ecuatoriano de triunfar por sí solo, sin ayudas.

Por eso los guayaquileños tienen una sola forma de pensar, nacidos o radicados, porque no deriva solamente de antaño, sino de las raíces de cada quien que vive acá. Esta reflexión explica la votación del guayasense: consistentemente difiere de la del resto del país para la mayor parte de las dignidades. Un ejemplo se ve en la actual votación avasalladora por el alcalde Nebot. En un suceso sin precedentes en la historia nacional, se lo reelige con cerca del 70% de votación. ¿Por qué? Por los resultados de su gestión que obedecen a un modelo de servicio iniciado en administraciones anteriores, con visos de eficiencia privada y no típicamente burocráticos, modelo que recoge precisamente la ideología local. No es que la ciudadanía ha dado su aprobación a ese modelo de gestión, sino que este se ha forjado a partir de la identidad guayaquileña y lo ha logrado plasmar en la práctica, sintiéndose los ciudadanos plenamente reflejados en él.

Esta situación no parece ser comprendida por otras tendencias políticas, que en las urnas no logran penetrar a esta provincia y menos a la urbe. Es porque entienden como competidor al partido o al político, y no ven que el apoyo ciudadano es al contundente éxito de la gestión. Mientras más se empecinen en esta dirección, menos resultados tendrán, porque cada guayaco siente como propio  ese estilo de administración y por ello se siente atacado personalmente en su derecho al éxito (o al fracaso). No cabe competir ni montar en paralelo ese modelo, solo sumarse a él. Las ideologías de dádivas y reivindicaciones por pseudoinjusticias sociales no pegan ni pegarán aquí jamás.

El guayaco es un luchador por sí mismo, por su ciudad y por su patria, no espera ni quiere que el país luche por él, va al revés.