América Latina debe repensarse en su propio contexto social y económico dejando de “importar modelos” que no le calzan. La innovación se asocia generalmente con la tecnología, pero en realidad se refiere al progreso y búsqueda de nuevos métodos para una mejora continua o para buscar soluciones a problemas.

¿Cómo podemos innovar nuestros estados latinoamericanos? Planteo algunas reflexiones que me surgen de la Conferencia anual de la CAF junto con la OEA de hace pocos días.

El objetivo del Estado debiera ser potenciar el desarrollo económico de sus ciudadanos viabilizando la empresa y el emprendimiento, sustentados en la educación. A un Estado a medias, disfuncional, no se puede pedir que nos proporcione ecosistemas para el emprendimiento. Sin embargo, se arriesga, se invierte y se emprende en Latinoamérica sobre ese castillo de naipes. Es por eso que la producción tambalea y rotan constantemente. Pensar que con solo instalar 3G y alta tecnología estamos innovando sólidamente es iluso.

Debiéramos comenzar preguntándonos si nuestros regímenes laborales, fiscales y sociales son instrumentos compatibles con el desarrollo económico buscado, ¿o está muy alta la vara? Vale repensarlos, sin olvidar eso sí la responsabilidad social. Le toca al emprendimiento impulsar esos ajustes, aproximándose a los gobiernos para que las políticas reflejen más la realidad, sin exigir posturas egoístas. La innovación es un reto que requiere que todos se suban en el barco de la visión compartida.

Afectan severamente la confianza empresarial la fiscalización tributaria y laboral sesgada, la aplicación de la Ley con dedicatoria, la arbitrariedad, la corrupción y la informalidad. Todo esto aleja la inversión en nuestra región, dado que aquella valora la estabilidad regulatoria, igualdad de trato y transparencia.

Respecto de la educación superior, entender que esta debe ser continua porque con los cambios de tiempos, los conocimientos de años atrás van quedando obsoletos. Asimilar que un título universitario no les asegura un empleo a los ciudadanos y que tal vez deban crearse más y mejores centros educativos de nivel tecnológico orientados a formar para los trabajos más demandados.

Está muy arraigado en los latinos solventar por sí mismos sus necesidades, porque del Estado nada esperan. Ante la carencia o mala calidad de los servicios públicos, el latino busca autoprocurárselos, sin exigir mejoras de calidad. Luego percibe como injusto el pago de impuestos, dada la deficiencia de los servicios públicos. Cerrando el círculo vicioso, sin impuestos, los servicios no mejoran nunca… Y así, ¿cabe procurar 3G, cuando aún la energía eléctrica es deficiente?

Es necesario que la estructura funcione, para montar sobre ella sólidamente todo lo demás. Debemos innovar recuperando el valor de la sociedad civil, no aceptando medias tintas, informalidades, deficiencias, contribuyendo a corregir y delinear las nuevas estructuras. Sumar a las mujeres a la producción, incluyendo las ramas de ciencia y tecnología. Generar iniciativas para incluir más jóvenes y mujeres en sectores atípicos, rompiendo estereotipos.

Innovar al Estado, para viabilizar la empresa. Comenzar desde los cimientos funcionales. Sobre todo, repensar en la obligación de la sociedad civil de recuperar la fe en el Estado y de sumarse al servicio público. (O)

* Asesora legal.