La globalización cambió. Ya no es patrimonio de los países, gobiernos ni las grandes corporaciones. Hoy es de propiedad de las personas. Los nuevos valores individuales se han vuelto los sociales y colectivos. Las tecnologías de información, la comunicación digital, la agilidad para movilizarse y migrar han dado un vuelco a los patrones de prioridades y valores colectivos. Priman las nuevas preferencias “aspiracionales” de los individuos que hoy valoran más su tiempo, satisfacción personal y oportunidades para crecer profesional y económicamente, desmarcándose de las normas e institucionalidad preestablecidas. Ello explica en gran parte los brotes y revueltas vividas en Latinoamérica en el último año.

La preminencia de los valores individuales como base de la globalización podría confundirse con protestas por la libertad individual, cuyo génesis vemos en la Primavera Árabe del año 2010, detonada y alimentada por la comunicación y la tecnología. Y es que las redes sociales tienen hoy una posición central en nuestra vida diaria, conectándonos, alimentando el activismo y aglutinando consensos a nivel mundial en temas sociales.

Hemos visto surgir movimientos sociales contra la desigualdad, como Occupy Wall Street, movimiento sociopolítico progresivo internacional; Black Lives Matter, movimiento activista internacional contra la violencia y el racismo; #Me too, movimiento viral iniciado como  hashtag  en las redes sociales para denunciar la  agresión y acoso sexual,  en el que las mujeres tuitean  sus experiencias; The Women’s March: 673 marchas mundiales defendiendo los derechos de las mujeres, a la salud y la educación pública; el colectivo feminista LasTesis, que ha viralizado en el mundo la coreografía de baile El violador eres tú, contra la violencia machista.

Las tendencias más fuertes que han direccionado las acciones de los gobiernos, las grandes empresas y la regulación internacional han sido: -El cambio climático, amparado en una gran base de activismo social y partidos políticos que lo han convertido en una bandera de lucha mundial, representada por jóvenes y mediáticas figuras. -La aceptación de LGBTQ, el matrimonio homosexual y los derechos igualitarios de estas tendencias, así como las ideologías de género. -La legalización de las drogas y su nueva visión en la sociedad, ya no como patología sino con carácter recreacional; convirtiéndolas en un prometedor y rentable negocio.

Hemos vivido un choque ideológico: la derecha protegiendo valores tradicionales familiares y religiosos, dureza contra la criminalidad; la izquierda reivindicando a las clases medias, minorías, acceso gratuito a servicios públicos, prebendas sociales.

Estas tendencias, detonadas en las redes por pequeños grupos o individuos inclusive han llegado a tener tanto impacto que son ya de orden global, influyendo en las políticas públicas. El poder de la opinión individual hoy es tan ilimitado como peligroso si se lo usa mal; ya no cabe expresar un criterio o propuesta en redes sin evaluar antes su efecto, se requiere de prudencia y conciencia social antes. Los controles públicos y de las empresas tecnológicas deben evolucionar hacia contenidos, lo cual por responsabilidad debemos permitir cediendo parte de nuestra libertad individual en atención al bien y estabilidad colectiva.

Lo más relevante es que las aspiraciones y valores individuales alcancen una ecuación de suma cero con el bien común. Allí habremos alcanzado el orden global ideal, un verdadero ciudadano global. (O)