Las ideologías producen identificaciones colectivas. Los individuos y los colectivos se constituyen como sujetos políticos estableciendo lazos afectivos con los líderes y los discursos de organizaciones que articulan sus imaginarios y sus demandas. De esta manera, el discurso produce realidad política y social. Como decía Mallarme, enunciar es producir. El discurso no se limita a reflejar una realidad social que existiría independientemente del mismo.

El discurso político en Guayaquil está estructurado en torno a dos oposiciones: la primera opone a Guayaquil como un todo al Estado central; la segunda opone el pueblo de Guayaquil a la élite económica de la ciudad.

Lo que caracteriza a los dos discursos es su antielitismo. En el primer caso se denuncia a la élite económica de la Sierra y a la burocracia central; en el segundo, a la élite  económica local. La primera variante surge con la Revolución Liberal. La segunda ya es muy clara en la Revolución del 28 de Mayo.

Hay una tercera variante, que combina las dos anteriores: es, por ejemplo, el discurso de Guevara Moreno y del CFP, que interpelaba al pueblo de Guayaquil por oposición a la aristocracia serrana centralista y a la élite local. De esta manera, denunciaba no solo el centralismo sino también los privilegios de las dos élites económicas, de la Sierra y la Costa. Esta variante del discurso político guayaquileño estuvo vigente durante la década de 1950, en la lucha contra gobiernos como el de Galo Plaza y Ponce Enríquez.

En esta última variante, la fuerza perlocutiva del discurso aumenta considerablemente, porque en la misma las interpelaciones clasistas a los sectores populares (el pueblo pobre, los de abajo) están articuladas a interpelaciones localistas y regionales contra el centralismo, colocado como un enemigo que amenaza la ciudad y la región desde el exterior. El discurso apela de esta manera a los sentimientos vinculados a la tierra natal, la Matria. Es claro aquí el componente afectivo, libidinal, de las ideologías políticas.

Durante los últimos 40 años las oposiciones que hemos descrito no han cesado de estar presentes en los discursos políticos de la ciudad. El discurso socialcristiano estuvo estructurado alrededor de la oposición Guayaquil/Estado central. El discurso de Jaime Roldós denunciaba a la vez a las élites económicas neoliberales de la Costa y de la Sierra y al centralismo.
El socialismo guayaquileño ha estado dominado por su oposición a la élite económica local. Su discurso está casi exclusivamente organizado alrededor de interpelaciones a las clases populares de Guayaquil. Pero en la izquierda esto es un obstáculo para comprender la problemática del desarrollo regional y local y la crisis de los estados centralistas. Por esto, apelando al guayaquileñismo y denunciando a la izquierda como un brazo de la burocracia central, la derecha neoliberal redujo a la izquierda guayaquileña a una posición política marginal en la ciudad, desde fines de la década de 1970. 

La oposición entre Nebot y Correa puede ser leída a partir del sistema de oposiciones discursivas señalado. La irrupción de Correa se produjo en el contexto de la crisis nacional y regional de la última década. Correa creció   denunciando a la élite comercial y bancaria local. Nebot y Madera de Guerrero denuncian el centralismo y lideran las demandas locales y regionales. El campo ideológico está nuevamente polarizado entre las dos primeras variantes que mencionamos al empezar. Veamos lo que ocurre el 26 de abril.