Hace tres años América Latina veía distante y hasta con escepticismo la explosión de un virus desconocido y mortal en China que, sin embargo, no tardó en extenderse por el mundo, dejando millones de muertos. En Ecuador superan los 35.000 desde que se inició la pandemia del COVID-19.

Tras mantener las más estrictas medidas de bioseguridad y ante protestas de sus pobladores, China dio un giro el pasado mes de diciembre: suspendió todas las restricciones y en los primeros 20 días del último mes de 2022 los contagios llegaron a 250 millones, de acuerdo con reportes filtrados. Las imágenes de hospitales y muertos en ese país vuelven a invadir los noticiarios, y en Francia, España, Reino Unido, Israel, Corea del Sur y Estados Unidos se han impuesto controles a pasajeros procedentes de China: exigencia de certificados de vacunación o pruebas negativas son las principales.

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A finales del 2022 la Organización Mundial de la Salud (OMS) se reunió con dirigentes chinos para tratar la situación del COVID-19 y pedir transparencia en el intercambio de datos sobre la nueva ola de contagios en el gigante asiático.

El Gobierno de Ecuador no ha anunciado medidas respecto a quienes viajan desde o hacia China. A nivel local no impuso restricciones durante el último feriado de fin de año y apeló a la responsabilidad de los ciudadanos de usar mascarilla en casos de enfermedades respiratorias e invitó a no asistir a reuniones.

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Desde el Ministerio de Salud se habla de una vacuna bivalente que llegaría el primer trimestre de este año para la población de riesgo.

Las decisiones en países de Europa y varios de América deben tomarse como alerta. Ya Ecuador tuvo una amarga experiencia con miles de muertes en el inicio de la pandemia. El efectivo plan de vacunación ha sido reconocido, pero hoy el país no puede dejar al azar lo que ya se advierte a nivel internacional. Para evitar riesgos de confinamiento o muerte hay que prevenir, tanto ciudadanos como gobiernos nacional y locales. (O)