Tras repasar el pensamiento del teórico peruano José Carlos Mariátegui, queremos ver si en verdad sus líneas doctrinarias se aproximan a las de Leonidas Iza, actual presidente de la Conaie y, como tal, máximo dirigente del sector indígena, en un momento en que este segmento de la población ha adquirido un poder inédito. La asonada del llamado Octubre Negro de 2019, que paralizó al país, y los buenos resultados obtenidos en las elecciones generales de 2021 demuestran que su fuerza está en auge. Iza no es particularmente locuaz, poco se puede sacar de sus discursos y entrevistas, pero en el aniversario de la revuelta publicó un libro junto con dos coautores, que es legítimo pensar representa con fidelidad sus visiones y convicciones. Se titula Estallido. La rebelión de octubre en Ecuador. No soy el primero en comentarlo en esta página editorial, Fernando Balseca me precedió con inteligencia, pero permítaseme aportar con un corte distinto.
Las referencias a Mariátegui son pocas y escuetas, y es que no es un libro filosófico, es una crónica del antes, del durante y del después del Octubre Negro. Los antecedentes, las circunstancias que justificarían el “estallido” y sus excesos se tratan en un análisis de la situación del país economicista, basado en un marxismo escolar, poco original y lleno de errores. A lo largo de toda la obra se intenta distanciarse de todos los otros segmentos de la izquierda, en particular del correísmo. En cambio, hay un esfuerzo por reclutar a grupos contestatarios informales. Luego viene la descripción, la crónica, de los hechos mismos de la rebelión, que constituye una verdadera apología del vandalismo y de los métodos éticamente inaceptables a los que recurrieron los alzados: niños usados como escudos humanos, retenciones de personas, robo y saqueo, destrucción de bienes públicos... No hay ninguna apelación a la cultura ni a las culturas, como cabría esperar de mariateguistas, más bien se percibe desprecio a esta visión. Todo en un tono que pretende ser épico: “Octubre raya en la epopeya”. La descalificación de la “feroz represión” es meramente adjetiva, pura manipulación de términos, como calificar de “ejecución extrajudicial” a un atropellamiento fortuito. El después, lo que sería la propuesta del país a construir, en cambio, se reduce a una “plataforma” de pedidos rancios, repetidos durante treinta años.
Queda la sensación de que los autores de Estallido están más cerca de Abimael Guzmán que de Mariátegui. Todo “socialismo libertario” (una contradicción en los términos) concluye siendo un leninismo real, brutal y nada libertario. Están muy claros los autores de las debilidades del Estado y de la organización de la sociedad, y llaman con claridad a golpear en esos puntos. Dicen que pusieron al Estado a la defensiva y recogen el diagnóstico de que las minorías dominantes han perdido su capacidad de persuasión. En esto tienen razón, saben que en este punto la capacidad de reacción es mínima, por eso no hay problema en publicar este breviario de la sedición, nadie les ha plantado cara ni lo hará. No quiero ver el espanto tardío cuando se monte otro Octubre Negro. (O)