Es unánime el convencimiento de que los primeros centímetros del perfil del suelo son los que nutren al mundo en virtud del trabajo de millones de microorganismos y otros de mayor tamaño como las lombrices, que pueblan ese estrecho segmento superficial de la tierra e impulsan la producción alimenticia. Están en constante movimiento en acompasada sintonía e interacción, de cuyo estado sanitario y correcto funcionamiento depende la calificación en suelos sanos o empobrecidos, última condición a la que podrían llegar por aplicación exagerada de agroquímicos de inaceptable toxicidad. Las corporaciones industrializadoras de pesticidas y fertilizantes ahora priorizan la fabricación de productos que promuevan la conservación y sustentabilidad de los suelos.

En consecuencia con ello han introducido modificaciones en sus planes de trabajo, como lo reflejan transnacionales de la categoría de Bayer, Syngenta, Nestlé, Yara y otras, recurriendo a alternativas biológicas, vegetales o animales, que cumplan el papel de controladoras de plagas y enfermedades sin afectar el equilibrio microbiológico y manteniendo poblaciones permanentes de esos seres tan pequeños que la visión humana no los percibe, pero allí están, para que las plantas se nutran y eleven la productividad de las cosechas. A ese singular compromiso se ha integrado la ecuatoriana e icónica Fertisa, de larga trayectoria nacional e internacional en la elaboración y distribución de fertilizantes, esta vez lanzado con fortaleza un conjunto de fórmulas de nutrición agrícola con enfoque ecológico y sustentable, que apuntan a mantener la riqueza microbiana, sin alteración del entorno natural.

Fertisa continúa con su conducta de pionera e innovadora, tanto que fue la primera en instituir un laboratorio privado de análisis de suelos a mediados del siglo pasado, adquiriendo un espectrofotómetro de absorción atómica (novedad para la época). Ahora, sin abandonar su tradición de servicio, es una activista de la agricultura regenerativa, en la que viene trabajando desde hace cinco años, reduciendo la carga química en el control de plagas del banano y otras especies que aportan valor a la exportación y al abastecimiento de nutrimentos para el país. Se demuestra con la preparación de fertilizantes líquidos dentro de una concepción nueva al adicionar “nano” partículas de carbón activado a sus clásicos productos con los elementos nitrógeno, fósforo, potasio y zinc, complemento que aumenta el potencial nutritivo, con tecnología que lleva el sello de la conocida multinacional canadiense Nutrien, protagonista en la fabricación de fertilizantes y su distribución a diferentes zonas del mundo.

El carbono activado tiene la virtud de poner a disposición de los microorganismos benéficos energía para su multiplicación, superando los deterioros físicos y químicos de los suelos disminuidos por los excesos de sales y aumentando la capacidad de retención de agua y elementos esenciales. Además, incrementa los niveles de captura de carbono de las tierras, siendo un magnífico y silencioso contribuyente a la disminución de gases de efecto invernadero causante del grave cambio climático. (O)