Sí, la Constitución vigente debe ser sustituida por una que establezca un verdadero Estado de derecho y que ponga freno a los afanes dictatoriales de cualquier persona que llegue a la presidencia. Pero, para reemplazarla es necesario que existan las condiciones políticas adecuadas y contar con una hoja de ruta previamente consensuada. Lo contrario es condenar al fracaso a la reforma.
Sí, deben ser eliminados los subsidios que no favorecen a los sectores más necesitados y los que se han constituido en insumos y alicientes para el crimen organizado. Pero, nuestra propia experiencia reciente nos demuestra que junto a la decisión económica es necesario contar con una gestión política cuidadosa, casi de filigrana, para evitar –o por lo menos para minimizar– las reacciones violentas que estamos sufriendo en estos días.
Sí, es deber de la sociedad exigir un ambiente sano y adecuado para el desarrollo de la vida en armonía con la naturaleza. Pero, es un contrasentido pronunciarse de esa manera si a la vez se apoya incondicionalmente las reivindicaciones (que, además, son violentas) de quienes se oponen a la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles que son los principales destructores del ambiente.
Sí, la sociedad tiene derecho a la protesta social, y no porque lo establezca la pésima Constitución que tenemos, sino porque está en la esencia del régimen democrático. Pero, los mismos principios de ese régimen democrático señalan las características y límites que debe tener la protesta. Como decía irónicamente un autor italiano, la democracia es una forma de contar las cabezas sin necesidad de cortarlas, y esto vale no solo para los gobernantes, sino para los gobernados.
Sí, los pueblos indígenas pueden hacerse cargo de ciertas formas de administración de justicia dentro de sus comunidades, pero en un Estado unitario es un absurdo sostener –como establece el texto de Montecristi– que tienen un derecho propio. El derecho es uno solo e impera en todo el territorio ecuatoriano, lo que quiere decir que un delito es un delito en cualquier punto de este, llámense ciudades, pueblos o comunidades (incluso dentro de los domicilios, por eso se sanciona los delitos domésticos).
Sí, los feriados benefician a algunos sectores económicos, especialmente al turístico. Pero, el abuso de esa medida se convierte en un castigo para los dos tercios de la población que viven en el día-a-día. El vendedor ambulante, la tendera de la esquina, la peluquera, el portador a domicilio, en fin, centenas de miles de personas que realizan esas y otras actividades ven cómo en cada feriado se reducen sus expectativas de llegar a cubrir la canasta familiar.
Sí, hay que felicitar al asambleísta Lasso por corregirle el “hubieron” de otro asambleísta, porque harta falta hace el esfuerzo de corrección léxica en ese hemiciclo. Pero, qué lástima que él termine sus alocuciones con “agradecer” en un infinitivo que, por fuerza, no tiene sujeto. ¿Yo agradecer?, ¿nosotros agradecer? Trae a la memoria la mala caricatura del hablado de los indígenas de las viejas películas del oeste.
Sí, todas las personas tenemos derecho a sostener nuestras posiciones y a cuestionar las de los demás. Pero, perdemos ese derecho cuando nos escudamos cobardemente detrás de un seudónimo o en el anonimato, como lo hace la mayoría de los usuarios de las redes sociales. (O)