Les tomó por sorpresa. Estaban viendo la película por tercera vez, y estaban seguros del final. Cristina Fernández, enjuiciada, mas, no sentenciada, constitucionalmente imposibilitada de aspirar por un tercer mandato, vuelve al poder con Alberto Fernández como fachada. Igual Evo en Bolivia, con Luis Arce calentando el solio presidencial. Rafael Correa candidatiza a una figura menor de su entorno, que gana cómodamente la primera vuelta. Por más que se les informaba que el balotaje estaba apretado, los tenedores de bonos estaban seguros de que Arauz ganaba la presidencia, que su política económica iba a hundir más al país, y que el día que hubiera que pagar la deuda, Ecuador nuevamente se declararía en moratoria. El crédito de Ecuador, por los suelos.

La sorpresa fue descomunal. Ecuador escogió como presidente a un hombre del sector privado que ofrecía sacar al país de la crisis con una política ortodoxa. Justo cuando Chile, la estrella rutilante de América Latina, parece dispuesta a sacrificar su prosperidad en aras del populismo. Y el mismo día que ganaba Lasso, Perú apostaba por un marxista para la Presidencia.

La reacción de los bonistas fue volcarse a comprar bonos ecuatorianos, que repentinamente lucían como una ganga. Cayó el riesgo país facilitando que en un futuro el gobierno pueda colocar bonos en mejores condiciones.

Menos espectacular, pero más importante, grandes depositantes en la banca nacional que esperaban la confirmación de la elección de Arauz para llevarse su dinero al extranjero, se frenaron. Al contrario, aprovechando las altas tasas para los CD en el mercado, renovaron a plazo más largo. Es que Arauz había prometido inmovilizar al dólar, y si permitía un pago al exterior, gravarlo en 27%. Los capitales se aprestaban a fugar de la jaula.

Ante las mejores expectativas, los empresarios nacionales sacan del congelador sus proyectos de inversión. Inversionistas extranjeros, que pasaban por alto Ecuador y se concentraban en Perú y Chile, se plantean si mejor no sacan su dinero de allá y lo traen al Ecuador dolarizado, que promete cuatro años consecutivos de un gobierno responsable.

Las decisiones económicas se basan en expectativas, y la elección de Lasso significa un radical cambio para mejor. Esto se traducirá en una recuperación del empleo. En cuánto, no se puede medir porque habría que contrastar con lo que hubiera pasado si no se elegía a Lasso, lo cual es imposible. En todo caso, la economía crecerá más que el 2,5% que pronostica el Fondo Monetario e incluso que el 3,1% del Banco Central.

Esas expectativas se irán recalibrando, con base en dos factores. Primero, la eficacia del gobierno Lasso. El primer indicio es favorable: el 24 de mayo, primer día de gobierno, enviará a la Asamblea su propuesta de reforma tributaria, que esta vez no es subir impuestos, sino bajarlos, pero cobrarle a los evasores.

El segundo, la actitud de la Asamblea, en la que CREO tiene solo 13 asambleístas. La Asamblea puede trabar la agenda legislativa del Gobierno, y además puede afectar su eficiencia enjuiciando políticamente a ministros y destituyéndolos. Problemas en estos frentes podrían enfriar el entusiasmo que hoy embarga a los agentes económicos nacionales y extranjeros.

Eso será mañana. Hoy el cielo ha amanecido despejado. (O)