Este año es el momento para actuar más y quejarnos menos. Es importante dejar de ser críticos de teclado, politólogos de Twitter o creyentes ciegos de la información –sin verificar– que llega por redes sociales. Es tiempo de involucrarnos con lo que sucede en nuestro entorno; cuestionar, participar y asumir nuestra responsabilidad en la sociedad que queremos. Recibamos este año con entusiasmo y preguntándonos ¿qué esperamos del 2022?

Por ejemplo, en el tema educación ¿habrá medidas para asegurar que los niños mantengan una educación presencial? Sabemos que la educación virtual es una extraordinaria herramienta para sortear la crisis sanitaria, pero no está al alcance de todos. “Para unos 463 millones de niños cuyas escuelas cerraron a causa del COVID-19, la educación a distancia no ha existido”, afirmó Henrietta Fore, directora ejecutiva de Unicef en un comunicado en el que también compartía cifras escalofriantes de niños en edad escolar que no tuvieron acceso a educarse, pero el tiempo avanza y este atraso educativo pasará factura a la sociedad.

En otro orden, ¿qué pasará con el empleo y los emprendimientos? ¿Tendremos políticas públicas que ayuden a reactivar el mercado o seguiremos con medidas de efecto placebo? No podemos aceptar incentivos con piola, sino estímulos reales que ayuden a ampliar plazas laborales sin poner a empleadores o empresarios a nadar en un mar insondable de impuestos y tasas de interés tan elevadas que terminarán restringiendo contrataciones por la imposibilidad de poder cumplir económicamente con los impuestos. Es necesario volver a la producción y activar la economía desde diferentes áreas.

En la misma línea de reactivación, ¿cómo se manejará el tema de las vacunas y la gente que insiste en no vacunarse? Es importante respetar la libertad de acción y elección, pero quienes cumplen el orden tienen sus vacunas y refuerzos al día, siguen los procedimientos sugeridos por el COE y la OMS, no merecen sufrir contagios ocasionados por quienes –en ejercicio de su libertad– no quieren vacunarse, entonces ¿hasta qué punto la exigencia del carné de vacunación es medida extrema o es el corolario de una situación extrema? Volver al encierro es impensable. El perjuicio sería tremendo y la prioridad debe ser el bienestar general.

También, es inquietante el tema de seguridad y respeto de los derechos para las mujeres. Recordemos que, según la ONU, Ecuador es el sexto país con la tasa más alta de femicidios de la región latinoamericana y el Caribe, siendo la primera causa de muerte entre mujeres de 16 y 44 años por delante del cáncer. ¿Este año definirán directrices públicas claras y determinantes para hacer respetar nuestros derechos en todo orden y también salvaguardar nuestra vida e integridad?

Finalmente, es imperativa una actitud optimista frente al porvenir, pero con determinación para actuar, y no acomodarnos en confiar o esperar que las autoridades resuelvan todo. Por tanto, comparto las palabras de Martin Luther King: “Debemos construir diques de coraje para contener la avalancha del miedo”. Recordemos que somos dueños de nuestro destino y este es el año para hacer la diferencia. (O)

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