Hoy es un día especial. Siguiendo la tradición, en sus primeros minutos habremos expresado a familiares y amigos que esperamos que en el nuevo año sean felices y se cumplan sus deseos. Es también, para seguir la costumbre, el día de hacer propósitos de año nuevo.

Los deseos son algo que quisiéramos tener, alcanzar, y más aún, algo que quisiéramos vivir, que esperamos que ocurra.

Los propósitos van más allá, se trata de lo que nos proponemos realizar para conseguir lo que deseamos. Esos propósitos son un compromiso con nosotros mismos y demandan reflexión, decisión, acciones, emprendimientos, renuncias, perseverancia, fortaleza, capacidad de evaluar los resultados, mantener lo positivo y aceptar que en algo nos equivocamos, corregir y avanzar hasta alcanzar lo deseado. Pero no siempre tenemos la entereza de cumplir el compromiso con nosotros mismos y así, pasan 365 días en que seguimos deseando los cambios para beneficio individual y colectivo, sin ser capaces de actuar para lograrlo. Esperamos que la magia de otro nuevo año nos traiga lo que no hemos sido capaces de conseguir y así, año tras año, nos lamentamos de la realidad que no nos atrevimos ni siquiera a intentar cambiar.

Entonces ¿qué nos pasa? Es posible que nos haga falta un propósito común, que nos lleve a actuar para lograr lo deseado.

Lo que antecede es una visión pesimista aplicable a muchos, pero no a todos. Hay ecuatorianos que desean un país diferente y trabajan para lograrlo, los hay en todas partes, en las ciudades y en el campo, en las universidades y en las fábricas, en las empresas y en las organizaciones populares, entre los jóvenes, los adultos y los ancianos, entre los profesionales y los que no lo son. Se trata de hombres y mujeres que si bien han visto debilitarse la esperanza de que el cambio surja de las instituciones, oficialmente encargadas de lograrlo, han asumido la tarea no solo de sobrevivir, sino de vivir y progresar, y han entendido que la tarea es, debe ser, común y actúan cada día para lograrlo desde grupos organizados y oficialmente reconocidos o desde el voluntariado, que en algunos sectores del país ha asumido enormes responsabilidades para lograr el bien de todos.

Entonces ¿qué nos pasa? Es posible que nos haga falta un propósito común, que nos lleve a actuar para lograr lo deseado. Quizás, lo primero es algo que parece difícil, pero que en realidad es muy sencillo, tenemos que, sin prejuicios, aprender a escucharnos, mirarnos, conocernos, descubrir lo positivo que todos tenemos, ser capaces de ponernos en el lugar del otro para entender sus dificultades, sus necesidades, sus rechazos, sus frustraciones, cualquiera que sea su situación y su ubicación en el cuerpo social. Dado ese primer paso, es probable que nos entendamos mejor y unamos esfuerzos al servicio de ese propósito común: conseguir un país en el que todos tengan la oportunidad de lograr su desarrollo pleno, para construir juntos el país democrático, justo, innovador y emprendedor, en el que todos sus habitantes sean partícipes de su crecimiento económico, social y cultural.

Quizás entonces, la expresión ¡feliz año! sea algo más que un deseo. (O)