Una vez más, la campaña presidencial ofrece, por parte de los candidatos, reactivación económica y generación de empleo.

Para que haya generación de empleo como resultado de la reactivación económica es indispensable que haya inversión. Una sociedad que no invierte es una sociedad condenada inexorablemente al retraso, a la postración económica y, por ende, al deterioro social que esto conlleva.

¿Está invirtiendo la sociedad ecuatoriana? No. El sector público no invierte porque no tiene recursos, y no los tiene porque regala más de 10.000 millones de dólares al año en subsidios: combustibles, seguridad social (IESS, Isspol, Issfa), electricidad, bonos de la pobreza y similares.

El grueso de ellos, que son los dos primeros, no van a los más pobres del país. Por lo tanto, el Estado no puede invertir porque no tiene recursos y está gastando en los menos pobres. ¿Cómo pueden entonces los candidatos prometer aumento de empleo y reactivación económica sabiendo que el Estado no tiene cómo invertir? La promesa correcta sería decir: “Vamos a eliminar subsidios, para que con esa medida el Estado tenga recursos, y con esos recursos poder invertir, para que de esa forma entonces sí haya generación de empleo futuro”.

Por otra parte, la sociedad ecuatoriana también enfrenta el grave problema de que el sector privado no invierte. Y no lo hace porque la estructura de tasas de interés, con topes ridículos y con segmentos de crédito que nada tienen que ver con la técnica económica, financiera o con la realidad, da incentivos para que haya crédito de consumo y no crédito corporativo, que es el que va a las empresas. Son las empresas las que producen la inversión, o lo que se conoce como formación bruta de capital, que es la adición de platas, equipos, instalaciones, computadoras, maquinaria y todo aquello que se usa para producir más y con mayor eficiencia, y generar entonces crecimiento económico y mayor empleo en la sociedad. El discurso correcto, por lo tanto, debería ser: “Vamos a modificar la absolutamente irracional estructura de tasas de interés, para que entonces sí haya crédito a las corporaciones y a las empresas, que son las que generan empleo y, por sobre todo, generen inversión”.

Cada vez más, las campañas se alejan de la realidad, del análisis de los problemas de fondo de la sociedad, y se reafirman como un ejercicio de mercadeo, en el cual hay que buscar decir lo que el votante quiere oír, no lo que el votante debe oír. Esto produce en el electorado una gran frustración, al comprobar una y otra vez que las promesas electorales están totalmente alejadas de la realidad que luego vive el Gobierno electo.

Todas las promesas de empleo son falsas, a menos que se explique con claridad que se tomarán las medidas arriba mencionadas. En vez de prometer lo que no se va a cumplir, los candidatos deberían reafirmar que, siendo un gobierno excepcionalmente corto, se van a comprometer a buscar no la reelección, sino un acuerdo nacional que lleve a resolver los grandes problemas estructurales que enfrentamos, y que nos están llevando a ser una sociedad inviable. (O)