Hay momentos en que liderar no es avanzar rápido, sino sostener el rumbo con serenidad. Cuando el ruido, la crítica y la incertidumbre se multiplican, la verdadera fortaleza de un líder está en mantener la dirección sin perder el equilibrio.
Ecuador vivió recientemente uno de esos momentos. Un paro nacional puso a prueba la capacidad institucional y la voluntad del Gobierno para sostener un rumbo de largo plazo. Lo significativo fue que la mayoría de los ecuatorianos rechazó retroceder y respaldó decisiones que apuntan a un futuro más sostenible.
Ese dato importa: demuestra que la gente quiere cambios coherentes, aunque impliquen sacrificio.
En medio de la tensión, el Gobierno tomó decisiones estratégicas: asegurar la continuidad operativa para mantener el comando de la nación cerca de los acontecimientos y llamar a las cosas por su nombre, sin ambigüedades frente a la violencia. Eso también es liderazgo: mantener firmeza con claridad.
Persistir no es resistir. Resistir es aguantar; persistir es avanzar con convicción. Es sostener el timón en medio de la tormenta sin dejar que el viento defina el rumbo. Y eso exige carácter.
En un país acostumbrado a los giros, a los acuerdos efímeros y a la presión inmediata, mantener coherencia se vuelve un acto de liderazgo estratégico.
La historia lo confirma: los grandes líderes se distinguen no solo por tener la idea correcta, sino por la voluntad de sostenerla.
Nelson Mandela esperó 27 años sin renunciar al sueño de reconciliar a su nación, Sudáfrica. Abraham Lincoln se levantó después de cada caída hasta unir un país fracturado (por la esclavitud y la Guerra Civil estadounidense). Winston Churchill sostuvo la esperanza cuando todo parecía perdido (ante el nazismo en la Segunda Guerra Mundial): “Nunca ceder”.
En Ecuador recuerdo a Matilde Hidalgo de Procel, quien persistió para abrir caminos donde no los había. Fue primera mujer médica del Ecuador y la primera en América Latina en ejercer el derecho al voto, transformó los límites sociales con paciencia y coraje.
Esa persistencia es una forma de poder. Es una señal de madurez política y personal. Liderar con persistencia es más difícil que reaccionar con impulsividad. Cuando se mantiene la calma ante la crisis, se comunica claridad. Cuando se sostiene el rumbo, pero se mantiene el diálogo, el líder demuestra que el poder no lo domina.
Lo mismo ocurre en los negocios: las grandes estrategias y las transformaciones requieren convicción, ritmo y paciencia.
No basta anunciar un rumbo; hay que sostenerlo como el capitán en la tormenta.
El reciente paro dejó dos lecciones importantes:
1. Ecuador no quiere retroceder. La mayoría quiere orden, claridad y decisiones coherentes que nos acerquen a un futuro mejor.
2. Y que nada grande se construye sin persistencia, y nada trascendente se sostiene sin ser fiel a lo que se cree y se visualiza. (O)










