Jauja es una pequeña ciudad andina en la zona central del Perú. Tiene 42.000 habitantes y se encuentra a 7 horas por tierra desde Lima, pero a solo 35 minutos por aire, lo cual da una idea del desafío que representa subir por tierra desde la Costa hasta los 4.800 m s. n. m., para después descender 1.000 metros hasta llegar al valle del Mantaro, donde se encuentra dicha ciudad. Fue fundada en 1534 por Francisco Pizarro como la primera capital del Perú, situación que se mantuvo durante un año cuando el centro administrativo fue trasladado a Lima. Se tomó tal decisión para facilitar el comercio marítimo y para que la nueva colonia esté mejor posicionada en caso de ataque por mar.
A principios del siglo XX Jauja fue reconocida mundialmente como un centro de climatoterapia, pues se convirtió en una de las ciudades cuyo clima seco y limpio se mostraba favorable a la sanación de la tuberculosis, que en aquel momento se consideraba incurable. A Jauja llegaron pacientes no solo de Lima sino de todo el mundo, ya sea para pasar el resto de sus vidas o recuperarse y regresar a sus lugares de origen. Esto convirtió a Jauja en un crisol de culturas, idiomas y razas, teniendo como trasfondo los paisajes apacibles y el cielo azul intenso del mundo andino.
En el plano literario, Jauja ha sido escenario de dos novelas importantes. La primera es Historia de Mayta (1984), de Mario Vargas Llosa, que trata sobre el primer levantamiento revolucionario en el Perú poco antes de los sesenta, en plena Guerra Fría. Relatando la fracasada rebelión, Vargas Llosa critica duramente a las izquierdas y las ridiculiza por atomizadas y homofóbicas. Jauja se presenta como un centro alrededor del cual gravita el secreto de la identidad peruana, y en el cual se pensó que se produciría la chispa que desataría la revolución continental desde los Andes.
La otra obra con la ciudad como escenario principal es País de Jauja (1995), del insigne y recientemente fallecido escritor jaujino Edgardo Rivera Martínez, la cual ha sido catalogada por los críticos como la mejor novela peruana de la década de los noventa, opacando así, al menos durante una década, la abundante obra de Vargas Llosa. La novela trata de un adolescente, Claudio Ayala, que pasa sus vacaciones escolares alucinado por la constelación de personajes de la ciudad. Pertenece a una familia de clase media, que además de libresca, tiene un piano y partituras en la sala de la casa. Sus amores fluctúan entre el romance con una joven indígena, pasando por el amor platónico con una limeña tuberculosa de alta alcurnia, hasta su primera experiencia sexual con una viuda mucho mayor que él.
El principal aporte de esta novela es la propuesta de un mestizaje fructífero y pacífico, lejos de las haciendas y el esclavismo que tanto conflicto causaron y que dieron origen a una obra literaria violenta y trágica, como la de Jorge Icaza en Ecuador y José María Arguedas en el Perú. El adolescente Claudio se sentía cómodo viendo representados los personales de la Ilíada en la plaza central de Jauja, y tocando en el piano piezas clásicas de Joseph Haydn, alternando con yaravíes, mulizas y huaynos. Es por este aporte que la obra de Edgardo Rivera Martínez viene ganando póstuma presencia. (O)