Una noche de febrero de 1949, mientras los habitantes de la capital se retiraban a sus domicilios, la programación radial se interrumpió con una noticia inquietante: la emisora Radio Quito anunciaba la invasión de un ejército de marcianos en el territorio nacional. Inmediatamente, la capital se vio envuelta en una ola de pánico y terror. Pocas personas sabían que la transmisión era una adaptación de la famosa novela La guerra de los mundos, del escritor H. G. Wells.

A pesar de que la anécdota puede parecer cómica en la actualidad, esta tuvo consecuencias trágicas; cuando las personas se enteraron de que todo había sido una broma, se dirigieron a la sede del diario El Comercio, donde estaba la emisora, e incendiaron el edificio, provocando la muerte de cinco personas.

Sería interesante especular cuáles serían ahora las diversas reacciones de un evento similar, luego de la publicación, por parte de las agencias de inteligencia del Gobierno de Estados Unidos, de un informe en el cual no se descarta, aunque tampoco se confirma, la posibilidad de que exista vida extraterrestre. Algo así como no hay, pero sí puede haber.

El informe también menciona que muchos de los objetos avistados por pilotos militares no tienen una explicación lógica y que dichos objetos tampoco forman parte de proyectos militares clasificados de alto secreto. Varios de los pilotos que presenciaron estos fenómenos aéreos señalaron que los movimientos desafiaban las reglas de la física, lo cual, evidentemente, ha abierto la puerta a toda clase de especulaciones y teorías conspirativas, la mayoría de las cuales provienen de fanáticos y entusiastas de la ufología.

Más allá del recelo y escepticismo que el tema pueda generar, resulta sugestivo cómo una discusión que antes causaba burla o mofa cada vez se torna más seria en la comunidad científica y también en el mundo político. Prueba de ello es que hace pocas semanas, por ejemplo, el expresidente Barack Obama confirmaba que “hay objetos en el cielo que no podemos explicar”.

En Japón, el Ministerio de Defensa anunció el año pasado la elaboración de un protocolo que guíe la actuación de su ejército ante el eventual encuentro con objetos voladores no identificados.

Dentro del mundo científico hay ejemplos de personajes prestigiosos, como el profesor Loeb, director del Instituto de Astronomía de Harvard, quien sostuvo que en estos momentos es probable que “una nave espacial o parte de ella puede estar volando más allá de la órbita de Júpiter”.

En la discusión del tema surgen algunas reflexiones interesantes relacionadas con el impacto que una noticia de tal envergadura –la existencia de vida en otros planetas– pudiese tener en nuestras vidas y en nuestras creencias más íntimas y profundas. Es muy probable que mientras vivamos no podamos obtener respuestas a estas preguntas de carácter esencial para muchos. Por mi parte, seguiré siendo un escéptico al respecto; no obstante, la próxima vez que alcemos la vista para observar la noche estrellada, tal vez convenga tener presente, como lo hacía el famoso astrónomo Carl Sagan, que “la ausencia de prueba no es prueba de ausencia”. (O)