El comercio libre procura una asignación más eficiente de los recursos, que incluye una mayor especialización del trabajo. Esto deriva en un abanico cada vez más amplio de opciones para el consumidor y pone a los productores e intermediarios a competir y perseguir constantemente mejoras en la eficiencia y/o calidad del producto o servicio que ofrecen. Partiendo de ese principio, todo en la dirección de ampliar la libertad para elegir será conveniente. Por esta razón, la restauración del impuesto sobre las importaciones bajo el régimen 4 por 4 (4 kilos y/o valor de $ 400) va en contra de la libertad y la prosperidad de los ecuatorianos.
Muchos representantes de la industria nacional y de los importadores formales han salido a celebrar la medida argumentando que este régimen había sido “abusado”, generado “competencia desleal”, socavado la “soberanía fiscal” y el “control fronterizo”. El Gobierno secunda estos argumentos y agrega que busca “recuperar recursos que hoy se pierden por distorsiones de mercado”. La Asociación Ecuatoriana de Empresas de Mensajería Expresa y Courier (Asemec) manifestó, con toda la razón, que esta medida fomentará el contrabando y el mercado informal.
Sobre la “competencia desleal”, dicen que el problema no es la importación para uso personal, sino que muchos “abusan” del sistema para importar y revender. Es decir, están en contra de los emprendedores que inician pequeños negocios.
Muchos de los importadores formales olvidan cuando la vaca fue ternera, dado que no hace mucho tiempo estuvieron en los zapatos de ese emprendedor que en 2024 o 2025 empezó a vender productos demandados en su barrio.
La verdadera competencia desleal es que unas empresas grandes y formales logren mantener su nivel actual de rentabilidad y sus modelos de negocio a costa del bienestar de los consumidores y la libertad para emprender del resto de ecuatorianos. El verdadero abuso es que se pretenda ahora cargar con un impuesto equivalente al 50 % del valor promedio de las compras en plataformas como Temu, Shein o Amazon, a los consumidores y emprendedores, para mantener a flote industrias y empresas importadoras cuyo modelo de negocio tarde o temprano deberá cambiar en el mundo del comercio electrónico.
Los países que buscan mayor prosperidad se abren al comercio con el resto del mundo y lo hacen sin perder la soberanía sobre su política tributaria, para bien o para mal. Aquí somos campeones en ejercerla para espantar inversiones desde 2007. Tampoco se arriesga el control fronterizo al permitir que la gente compre en Temu, dado que no debemos confundir el control aduanero con el control de nuestras fronteras, por donde campea el contrabando, hasta de combustibles, armas y drogas.
Manuel Ayau, fundador de la Universidad Francisco Marroquín en Guatemala, contaba que cuando acompañó al economista Ludwig von Mises en su ingreso a su país y fue sometido a una revisión exhaustiva de su equipaje le dijo: “Están tratando de impedir que ingrese riqueza a su país”. El comercio justo no es aquel que iguala la opresión para todos, sino más bien el que elimina las distorsiones creadas por la intervención estatal. (O)