Arrancando el mes de septiembre, al revisar páginas especializadas con información verificada, me encontré con tres datos que vale la pena observar y analizar con atención.
¿Sabían, queridos lectores, que en julio de 2025, por primera vez en Ecuador, más del 50 % de los vehículos vendidos fueron de origen chino? De los 11.585 carros comercializados ese mes, 6.003 provenían de marcas chinas. Un cambio estructural en el mercado automotor nacional que refleja cómo, en pocos años, nuevas marcas han transformado la oferta y la percepción del consumidor.
Además, ¿sabían que en el primer semestre de este año las exportaciones no petroleras crecieron un 21 %? Camarón, banano, cacao y flores impulsaron un superávit no petrolero histórico de 3.112 millones de dólares. Detrás de esa cifra hay miles de empleos, innovación en procesos y una capacidad admirable de los sectores productivos para competir en mercados exigentes.
Y también, ¿sabían que en el mes de agosto el caudal del río Mazar –clave para la generación hidroeléctrica– se mantuvo muy por encima de 2024, desmintiendo los pronósticos más pesimistas de sequía? Esa realidad alivió la presión sobre el sistema eléctrico y recordó que, en medio de la incertidumbre, la gestión debe hacerse con datos actualizados y no con suposiciones.
Estos tres datos nos recuerdan una verdad simple, pero que vale la pena recordar siempre: los hechos superan a los discursos.
El desarrollo como doctrina de seguridad
El estadístico estadounidense William Edwards Deming, padre de la gestión moderna, decía: “Sin datos, solo eres otra persona con una opinión”. Y tenía razón. El relato emociona, persuade y hasta puede llegar a engañar a culquier persona. Pero el dato, en cambio, te enfrenta con la realidad tal como es.
Esto no significa que los datos, por sí solos, sean suficientes. Los datos necesitan análisis, interpretación y visión de conjunto para ser comprendidos. Sin embargo, cuando una empresa, una institución o una nación decide fundamentar sus decisiones en datos, da un paso hacia la madurez. El relato puede hacernos creer que todo va bien o que una solución es más efectiva de lo que realmente es, mientras que el dato nos obliga a confrontar la verdad, incluso cuando esta es incómoda.
El gran desafío, en Ecuador y otros países, está en generar una verdadera cultura de datos en todos los niveles: desde la gestión pública hasta la dirección empresarial. Una cultura donde se valore la evidencia, se invierta en sistemas de información y se premie la transparencia. Solo así podremos tomar mejores decisiones y construir confianza.
Ecuador necesita menos relatos y más datos. Los empresarios necesitamos información que nos permita anticipar escenarios. Los ciudadanos necesitamos datos transparentes para exigir cuentas. Y los líderes y políticos deben comprender que es vital que los discursos se respalden en hechos y datos.
Porque los relatos convencen por un rato, pero los datos transforman de verdad. Y ahí está la diferencia entre improvisar y hacer estrategia. (O)