¿Cómo los organismos responden a las dificultades? ¿Qué secuelas tienen los fracasos sucesivos en el comportamiento? Fueron las preguntas de los psicólogos Martin Seligman y Steven Maier (1967–1975), que les impulsaron a desarrollar estudios experimentales. Esos investigadores sometieron permanente –a perros– a condiciones en las cuales fracasaban en intentos de salir de una jaula. Como consecuencia observaron que poco a poco los perros dejaron de querer liberarse; aunque las barreras ya no estaban.

En función a los resultados, esos académicos concluyeron que cuando un organismo experimenta repetidamente el fracaso, internaliza la idea de que sus acciones no tendrán efecto alguno sobre su situación. Por lo tanto, aunque las condiciones cambiaron, se instaló en la mente de los perros la imposibilidad de salir de la jaula. A eso lo llamaron “indefensión aprendida”.

El no de los resultados de la consulta popular y referéndum es un comportamiento que se ha repetido en Ecuador desde hace varias décadas. Y si no fuese porque el voto es obligatorio, posiblemente nadie acudiría a las urnas. En estos días pregunté a varias personas que votaron no las razones atrás de su decisión, en resumen, los encuestados dijeron que votaron no porque, aunque hubieran votado sí, nada cambiaría.

En tal sentido, en la ciudadanía ecuatoriana parece haberse instalado el pensamiento de que las personas no podemos hacer nada para cambiar el país y mucho menos hacemos algo al ir a las urnas. En resumen, se puede detectar la presencia de una indefensión aprendida respecto a la inutilidad de las elecciones, las leyes y la política.

Y aquello resulta preocupante, porque si un grupo humano es víctima de la indefensión aprendida va a interpretar todo lo que lo rodea con ese sesgo. Como lo demostraron varios estudios posteriores, tiene efectos reales y medibles que perjudican a quien adquiere ese patrón de respuesta.

La indefensión aprendida es un patrón de respuesta, peligrosa para un individuo y un pueblo, porque es la profundización de la idea de impotencia que puede resumirse en la frase “no está en mis manos” o “no se puede hacer nada”. Y podemos identificar que son los grupos políticos que siembran odio y muestran corrupción, quienes contribuyeron a este patrón de respuesta.

En términos ecuatorianos diríamos que “hemos perdido la fe”, es decir, sufrimos de una desesperanza generalizada. Y esa situación cognitiva conductual nos lleva colectivamente a mayores riesgos, como la instalación de una angustia que atraviesa todos los aspectos.

Y aquello podemos palparlo en la ciudadanía, cuando día a día parece más desconfiada de todo, del entorno y de los otros. Y eso se agrava por la presencia de noticias de crimen, violencia y mensajes de enfrentamiento y discordia.

¿Hay soluciones? La teoría psicológica propone varias alternativas entre esas el entrenamiento en la autoeficacia.

Lo que en palabras simples significa: demostrar que a pesar de los escenarios adversos y las dificultades hay gente que trabaja con igual o mayor énfasis, triunfa y que no se da por vencida. (O)