Nos encantan las cosas lindas, el brillo y la fama. Pero el psicólogo Edward Lee Thorndike develó la fragilidad de la mente humana. Pues la mente humana juzga y es invadida por sesgos, particularmente uno que lo llamó “efecto halo”. Su nombre obedece a que ilustra el engaño que sufrimos al juzgar superficialmente algo.
Como sabemos, si miramos directamente al sol (no lo hagan) se puede observar un halo que hace que percibamos la imagen del sol mucho más engrandecida. Lo mismo pasa cuando recibimos una información previa. Por ejemplo: si alguien nos dice que hay un perfume muy rico y famoso, aquello predispone nuestra capacidad de emitir juicios.
Al parecer esto pasa con las personas, las cosas y las decisiones. De tal manera que debido al efecto halo tendemos a valorar más un perfume por su frasco, antes que, por su contenido, o a una persona por su fama, antes que por los hechos reales.
El conocimiento del efecto halo es empleado en el marketing, y una vez que una marca ha ganado su prestigio, poco a poco aprovechará ese halo para crecer en productos y ofertas, aunque no necesariamente todo lo que ofrezca sean cosas excelentes.
En el ámbito universitario ganar prestigio implica que las instituciones cuenten con acreditaciones internacionales; eso añade a su marca un halo y lo vuelve atractivo. Otro ejemplo son las revistas científicas y su impacto; cuando una revista es catalogada de alto impacto, emana de ella un halo, que la hace deseable.
No obstante, de un tiempo a acá sabemos que los datos pueden ser engañosos como lo demostró –para el contexto peruano– en el documental titulado La granja de los artículos bamba, que está disponible en YouTube.
El documental revela que no siempre lo que brilla es oro y que un docente que gana fama por la publicación de artículos puede ser parte de una red de corrupción de compra y venta de publicaciones.
En pocos meses más, las universidades ecuatorianas y sus carreras entrarán en procesos de acreditación. Tras el escándalo en Argentina de un egresado ecuatoriano, vale la pena recordar la necesidad de restaurar la fe en las universidades, para tener la certeza de que todo lo que brilla es realmente oro.
Entre los indicadores de acreditación está la publicación científica, la que debe ser producto de investigaciones ejecutadas. Lastimosamente, en las redes sociales existen ofertas de venta de artículos, de acceso a publicaciones pagadas.
De ahí que, desde esta columna, llamamos a los evaluadores para que sean lo suficientemente rigurosos y hagan preguntas básicas respecto a los procesos de la investigación, dónde están los permisos, las personas encuestadas o investigadas, ¿existen realmente? O solo se fabrican o ensamblan datos sin sustento.
Para recobrar la fe en las universidades y que ellas brillen con luz propia, se requiere un rigor en la evaluación y la capacidad para no dejarse deslumbrar por números, pues lo que se requiere es analizar si existen los procesos de investigación. (O)