Los mismos jóvenes que se divirtieron hace poco con las imágenes creadas con inteligencia artificial de un Jorge Bergoglio vistiendo atuendos papales similares a los de los cantantes de rap, que de hecho compartieron y pusieron a circular por el mundo a una velocidad inusitada, han sido ahora blanco de la primera reprimenda del pontífice en la Jornada Mundial de la Juventud.

El papa Francisco los ha invitado a estar atentos para no dejarse engañar por lo que se refugia detrás de las redes sociales. De los “lobos” que “se esconden detrás de sonrisas de falsa bondad diciendo que saben quién eres, pero que no te quieren”, que “insinúan que creen en ti y te prometen que llegarás a ser alguien para después dejarte solo cuando ya no les interesas más”. “Son las ilusiones de lo virtual y debemos estar atentos para no dejarnos engañar”, ha remarcado el influencer mayor de la Iglesia católica.

Duro, durísimo el papa contra la corriente tecnológica, con un discurso que está, a mi juicio, en el límite de la prohibición religiosa subliminal del uso de algo que ya no es opción, sino realidad irreversible, que ni siquiera podemos llamarla nueva, de la comunicación y la interacción social.

No estoy seguro de la efectividad del discurso represivo subliminal. Los jóvenes, sobre todo los centennials y los de la generación alfa, ya nacieron en un contexto digital y no conocen otra realidad que esa. De la mano de la tecnología y su vertiginoso desarrollo, han ido evolucionando las generaciones de forma exponencial y los que veníamos detrás hemos debido aplicar la teoría de Darwin: adaptarse o morir.

Al mismo tiempo veo otras advertencias que desde la ciencia llegan al mismo grupo social, con grados importantes de alerta. Ahora mismo en Europa, en pleno verano, ha empezado la discusión científica de si el irse de vacaciones físicas, a la playa o a las montañas, debe ir acompañado de una decisión de vacaciones digitales, como único camino al real descanso.

Resta lograr que... asuman que algo no se está haciendo bien y que estamos a tiempo de corregirlo.

La desconexión digital, se ha dicho en foros científicos, ha llegado a niveles de desafío para la salud mental de la sociedad moderna, ergo, los centennials y generación alfa, que no sueltan su teléfono inteligente ni cuando están dormidos.

Augusto Zafra es un médico español que impulsa este tipo de desconexión. y manifiesta especial preocupación por los cerebros en desarrollo de niños y adolescentes. Lo leo con atención. Ante la ola tecnológica, dice, esos cerebros se van nutriendo de estímulos sensoriales rápidos, secuenciados y de alta intensidad que pueden generar un tejido neuronal que tiende a la hiperestimulación, la inmediatez y la distracción fácil. Y como consecuencia, cuando llegan a la adultez procesan los datos de una manera diferente, con impactos emocionales que están dejando boquiabiertos a los estudiosos del fenómeno.

Aplaudo los esfuerzos del Vaticano y de la ciencia por enrumbar mejor al más importante grupo social, el de los jóvenes, en este mar de datos e imágenes que les acercan las redes sociales y la tecnología integralmente. Resta lograr que esos mismos centennials y generación alfa asuman que algo no se está haciendo bien y que estamos a tiempo de corregirlo. (O)