Desde la época de la Revolución castrista y las acciones del Gobierno norteamericano para aislar a Cuba, que continúan hasta hoy, no se había producido una disputa como la presente por el predominio en América Latina, y, menos todavía, con presencia política y militar de potencias extracontinentales.
Las elecciones presidenciales de tiempos recientes reflejan también nuevos aires ideológicos: en el mapa se aprecia una corriente de derecha que predomina en el sur de nuestro subcontinente; en la parte norte, hay predominio de fuerzas de izquierda.
Debemos tener presentes los nuevos alineamientos geopolíticos de la región; al Perú, el presidente de EE. UU., Donald Trump, lo ha invitado a ser partícipe de la OTAN, con derechos limitados, por supuesto.
Esta suerte de división se hace más visible por la actitud del Gobierno del presidente Trump al colocar una poderosa flota naval en el mar Caribe, amenazando abiertamente a Venezuela, a Nicolás Maduro, y diciendo que después de Maduro irán por Gustavo Petro, presidente de Colombia.
Entretanto, las otras grandes superpotencias, Rusia y China, han manifestado abierto apoyo a Venezuela, incluso militar. Esto es inédito: que potencias extracontinentales desafíen a Estados Unidos y la doctrina Monroe, en medio de las tensiones mundiales entre los mismos actores por Ucrania y Taiwán.
Mucho de lo que ocurre para la participación de las otras superpotencias tiene que ver con intereses del petróleo: Venezuela tiene las más grandes reservas mundiales del oro negro. Previsoramente, le ha hecho partícipe de su riqueza a China, el gran consumidor. Tanto a Estados Unidos como a Rusia, aun cuando son grandes productores, les interesa seguir siendo potencias que puedan influir en su disponibilidad y su precio. Vemos, actualmente, que Europa occidental quiere atacar a Rusia, limitando su poderío en la producción de petróleo y gas, aunque ellos mismos se ven afectados por tener que satisfacer su demanda en mercados más lejanos y caros.
El Ecuador tiene que navegar en estas nuevas realidades. Se le facilitan un poco las cosas por el triunfo de fuerzas de derecha en el sur del subcontinente; pero tiene que conducirse con gran tacto por las políticas belicosas del señor Trump contra Venezuela y Colombia. El Brasil es un ejemplo: no apoya a Maduro, pero se opone a una intervención militar de los Estados Unidos en Venezuela. Se ofrece como una suerte de mediador entre ambas partes. Para el Ecuador, la distancia es recomendable. Eso de un alineamiento con las proclamas belicosas de la señora María Corina Machado no es recomendable. Ella ha demandado la cooperación militar de Trump y Netanyahu para destituir por la fuerza a Maduro, lo que no debe ser una política de Estado del Ecuador, independientemente de las simpatías u odios personales que se tengan. Las luchas de la señora Machado son admirables por su valentía personal, pero nada más.
Hay que tener presente el pronunciamiento del pueblo ecuatoriano en el último plebiscito al no aprobar la presencia de bases militares extranjeras. Es nuestro espíritu nacionalista. (O)










