Aunque ya es casi un lugar común, pero no por eso menos verdadero, lo que tienen los Estados son intereses, que procuran prevalezcan entre sus competidores, los otros Estados. El filósofo alemán Oswald Spengler decía que los verdaderos triunfos de un país son los de su política exterior. Por eso, deben apenarnos las diferencias dentro del Gobierno sobre asuntos de política exterior, especialmente cuando pueden afectar a la consecución de nuestros altos objetivos nacionales. Me da la impresión –y hay que procurar evitarlo– de que se pueden repetir luchas estériles como las que nos dividieron hace sesenta años, y por el mismo motivo, el de la Revolución cubana, y que hoy, con la distancia del tiempo, podemos apreciarlos mejor. A juzgar por los comunicados emitidos, primero por la Cancillería y luego por el presidente de la República, que parece rectificar al primero, hay una diferencia relativa al embargo norteamericano a Cuba. Unos 180 países –casi la totalidad de las Naciones Unidas– exhortan a Estados Unidos a terminar el embargo, y apenas tres lo respaldan para mantenerlo. El Ecuador ha votado constantemente porque termine el embargo que aflige al pueblo cubano, más que a su gobierno. El presidente Lasso ha optado por una línea agresiva contra el sistema político imperante en Cuba. Al no mencionar el embargo, como lo hizo previamente la Cancillería, se interpretará como que apoya el embargo, lo que nos puede aislar del mundo y principalmente de América Latina; sin hilar muy fino, México, que ha apoyado muchas veces a Cuba, y mucho más bajo la presidencia de AMLO, no nos mirará con buenos ojos, y, sin necesidad de declaraciones públicas, puede entorpecer nuestra membresía a la Alianza del Pacífico, para lo cual solo le hace falta no firmar un tratado de libre comercio con nosotros, requisito indispensable para ser parte de la Alianza. El mapa político está cambiando a ojos vista y puede cambiar más. El triunfo de Castillo en Perú, el inestable cuadro político de Chile, el retorno de Fernández y Kirchner, en Argentina, la nueva consolidación del MAS con Arce, en Bolivia, y los muy probables triunfos próximos de Lula, en Brasil, de Petro, en Colombia, obligan al Ecuador a mantener una posición política centrista, alejada de los extremos, pues con actores como estos tendrá que contar. Es mi opinión que el embargo a Cuba se mantiene porque tanto republicanos como demócratas no quieren molestar a la Florida, estado péndulo en las elecciones presidenciales, donde viven los cubanos que emigraron cuando triunfó la revolución. El embargo no ha cambiado el régimen; ni siquiera pudo hacerlo con el apoyo de Kennedy a la fracasada, abortada, invasión de cubanos emigrantes a la isla, en Bahía de Cochinos.

La conclusión de lo ocurrido es que ha habido una lamentable descoordinación entre la Presidencia –órgano superior– y el Ministerio de Relaciones Exteriores, y, más lamentable todavía, es que esto haya trascendido, dando lugar a las más diversas interpretaciones por parte de las cancillerías del mundo entero. Producida la descoordinación, lo más conveniente habría sido un prudente silencio. Lamentable, perdió el Ecuador, su diplomacia, su política exterior. (O)