Cuenta un relato budista que una muñeca de sal no conocía el mar, y cuando por fin lo vio le preguntó al mar –dime: ¿quién eres?, a lo que el mar respondió –soy el mar. La muñeca exclamó –¿y qué es el mar?, el mar le respondió por segunda vez, –soy yo. Así continúa la historia hasta que la muñeca de sal se adentra en el mar, y a medida que se va disolviendo con las olas exclama: ¡el mar soy yo!

Las sales tienen grandes efectos en nuestro organismo, sobre todo a manera de iones presentes en la brisa marina.

Estamos hechos de sal al igual que los demás seres vivos de este planeta. Los humanos tenemos alrededor de 250 a 300 gramos de sal en nuestro cuerpo, mientras que, el mar, en promedio, tiene cerca de 35 gramos de sales por cada litro de agua. Estoy segura de que alguna vez en su vida todos se cuestionaron ‘¿por qué el mar es salado?’. La lluvia erosiona la roca y los ácidos descomponen químicamente las rocas, arrastrando sales y minerales en estado disuelto como iones. Estos iones son transportados por corrientes a los arroyos y ríos, y finalmente al mar. También se escapan las sales del suelo marino entre aberturas del fondo del mar. Es decir, el mar es un gran vertedero de las sales de nuestro planeta.

Las sales tienen grandes efectos en nuestro organismo, sobre todo a manera de iones presentes en la brisa marina. Cuando nos paramos en la arena y dejamos que los pulmones se llenen de aire salado, nos invade una sensación de calma y ligereza que, según estudios científicos, proviene de nuestro cerebro que está siendo beneficiado de entrar en contacto con los iones negativos. Incluso, se han realizado estudios que relacionan estos iones con efectos antidepresivos. Es muy útil saber, también, que, en caso de encontrarse varada en altamar, una persona podría sobrevivir bebiendo agua marina en cantidades pequeñas –500 ml a 1 litro– por día.

De este modo, sal en el mar, sal en la brisa y un poco de sal en nuestro organismo nos hace muy bien. Una pizca de sal en la comida resalta el sabor, incluso una pizca en un postre dulce tiene el mismo efecto, sin embargo, más de una pizca o un ligero exceso de sal, arruina por completo una comida.

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El exceso de sal en nuestro cuerpo es desechado, pero esto no es algo exclusivo para los seres humanos; existen distintos mecanismos para control del exceso de sal. Por ejemplo, los cocodrilos y tortugas a través de sus lágrimas eliminan sal. También, las aves marinas como los pingüinos, piqueros, gaviotas, poseen glándulas salinas cerca a sus narinas. Las fragatas –llamadas también los piratas del mar– remueven la sal de sus plumas dándose un baño en fuentes de agua dulce. Frecuentemente, se las observa dando alegres piruetas y pequeñas zambullidas en lagunas de agua fresca.

La muñeca de sal al encontrarse parada frente al mar por primera vez en su vida, indecisa y enfrentándose a lo desconocido, no pudo evitar cuestionarlo. Luego, no satisfecha con las respuestas que recibió se adentró en él para comprender lo que realmente era: en esencia, ambos son lo mismo. Hay momentos que se caracterizan por ser excesivamente ‘salados’. A veces tan salados que se tornan amargos, y depende de cada uno desechar un poco la sal, para así buscar maneras de endulzar nuestra vida de vuelta. (O)